El Calendario Mágico de los Mayas



Hace muchos, muchos años, en la hermosa tierra de los mayas, un grupo de pequeños niños se reunía todos los días en la plaza del pueblo. Ellos jugaban y reían, mientras el viento cálido les acariciaba el rostro.

Un día, Renata, una niña curiosa de ojos brillantes, decidió preguntar:

"¿Qué día nací yo?"

Los demás niños se miraron confundidos y no supieron qué responder.

"No lo sé, pero quiero hacer una fiesta para celebrarlo!" - dijo Renata emocionada.

"¡Sí! ¡Una fiesta!" - gritaron todos al unísono.

Pero su alegría se desvaneció muy pronto cuando se dieron cuenta de que no sabían en qué día celebrar.

"¿Y si buscamos a los ancianos? Ellos saben muchas cosas. Tal vez ellos recuerden..." - sugirió Manuel, el más aventurero del grupo.

Así que los niños decidieron ir al sabio anciano del pueblo, Don Pachak. Cuando llegaron, él estaba sentado en su porche tallando una pieza de madera.

"¡Hola, Don Pachak!" - saludaron todos.

"Hola, pequeños. ¿Qué les trae por aquí?" - respondió el anciano, levantando la vista con una sonrisa.

Renata, con su voz dulce, le explicó su deseo de saber el día de su nacimiento.

"Hmmm... eso es complicado, nenita. Pero creo que puedo ayudarles a crear algo especial para no olvidarse de los días importantes", dijo Don Pachak con un brillo en los ojos.

Los ojos de los niños se llenaron de esperanza.

"¿Qué vas a hacer?" - preguntó Carla, la más emocionada del grupo.

"Vamos a hacer un calendario. Un calendario que no solo los recuerde a ustedes, sino también a toda la comunidad." - dijo el anciano.

Los niños no podían creerlo. ¿Un calendario? ¿Qué era eso?"¿Cómo se hace?" - preguntó Manuel intrigado.

"Primero, necesitamos contar los días del año y organizar las estaciones. Cada estación tiene cosas especiales que suceden, pueden ser las cosechas, las lluvias o los días de fiesta. ¿Pueden ayudarme?" - dijo Don Pachak.

Después de escuchar eso, los niños se pusieron a trabajar. Se adentraron en el bosque y recogieron hojas, flores y ramas, mientras contaban las semanas y meses que habían pasado.

"Esto es más divertido de lo que pensé!" - exclamó Renata mientras organizaba las hojas en montones.

Día tras día, juntos fueron creando su calendario, llenándolo de hermosos dibujos y símbolos que representaban a su pueblo y a los días importantes de su vida. Su entusiasmo era contagioso.

Una tarde, mientras trabajaban en el calendario, encontraron un pequeño loro colorido volando cerca. El loro se posó en la rama y comenzó a hablar.

"¡Hola, pequeños! ¿Qué están haciendo?" - preguntó el loro curioso.

"Estamos creando un calendario para recordar nuestros días especiales!" - respondió Manuel entusiasmado.

"¡Eso suena increíble! Puedo ayudarles a recordar los días importantes de sus vidas, pero a cambio, necesitan prometerme que cuidarán de la naturaleza." - dijo el loro, moviendo su colorida cola.

Los niños se miraron entre sí, sorprendidos por la oferta del loro.

"¡Prometemos cuidar de la naturaleza!" - dijeron todos juntos.

El loro se fue volando, dejando una brisa mágica a su paso. Los niños continuaron trabajando en su calendario.

Cuando finalmente terminaron, celebraron por todo lo alto. Con risas, bailes y una gran fiesta en el centro de la plaza. Había música y mucha comida. Don Pachak les mostró cómo leer el calendario y cómo usarlos para recordar el día especial de cada uno.

"Ahora sabemos el día de tu nacimiento, Renata! ¡Hoy será tu fiesta!" - gritaron sus amigos emocionados.

"¡Gracias, amigos! Y gracias, Don Pachak, por enseñarnos a recordar lo que es importante," - dijo Renata, sonriendo con lágrimas de felicidad.

Los voces de alegría llenaron el aire, y desde ese día, el pueblo empezó a usar su calendario para celebrar no solo el nacimiento de cada niño, sino también las cosechas, las estaciones, y recordar cuidar de su hermoso hogar.

El calendario se convirtió en una tradición, un símbolo de unión y amor.

Los años pasaron, pero nunca olvidaron cómo aquel día mágica, un grupo de pequeños quería celebrar la vida con una simple fiesta, y en cambio, crearon una herramienta que unió a toda su comunidad.

Y así, los mayas aprendieron que recordar era importante, pero más importante aún era cuidar de su mundo y de los lazos que los unían a todos. Hoy, aunque ya no existen, su legado y su calendario siguen inspirando a personas de todas partes.

FIN.

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