El Callejón de las Reflexiones



Era un día soleado en Buenos Aires y en un pequeño callejón, donde el ruido de la ciudad se sentía lejano, dos perros se encontraron: Rocco, un labrador marrón con una mirada soñadora, y Luna, una mestiza ágil y curiosa.

- ¡Hola! - saludó Rocco moviendo la cola. - ¿Qué haces por aquí, en este callejón? No suele haber muchos perros por este lado.

- Hola, Rocco. Vine a explorar un poco. A veces, salir de mi zona de confort me hace sentir viva - respondió Luna, sentándose a su lado. - ¿Y vos? ¿Qué te trae por aquí?

- La verdad es que buscaba un lugar tranquilo para pensar - contestó Rocco, mirando hacia el cielo. - A veces el mundo es muy ruidoso y confuso. Me gusta preguntarme cosas importantes...

- ¿Como qué? - preguntó Luna, intrigada.

- Como ¿por qué estamos aquí? - dijo Rocco, con una expresión profunda. - ¿A qué venimos realmente, los perros, a este mundo?

Luna pensó por un momento antes de responder.

- Creo que estamos aquí para ser felices y hacer felices a los demás. Por ejemplo, a nuestros dueños. - respondió.

- Pero, ¿no debería ser también para nosotros, por lo menos un poco? - insistió Rocco.

- Claro que sí. Pero a veces, nuestros dueños necesitan que estemos ahí para ellos. - dijo Luna con seguridad. - ¿Te has dado cuenta de cómo se iluminan sus caras cuando jugamos con ellos?

Rocco asintió, recordando esos momentos de alegría. Pero había algo que seguía inquietándolo.

- Pero, ¿qué pasa con el resto del mundo? Me preocupa que haya tantos perros en la calle, sin casa, sin una familia que los quiera. - expresó Rocco con voz temerosa.

Luna se enderezó, con determinación.

- Podríamos hacer algo al respecto. Tal vez podríamos unirnos a la perrera y ayudar a otros a encontrar un hogar, así ellos también tendrían su momento de alegría. - sugirió Luna.

Rocco sintió que su corazón latía más fuerte. - ¿Te imaginas? ¡Cuántos nuevos amigos podríamos hacer! Y podríamos organizar juegos y salir a pasear juntos.

- Exactamente. - dijo Luna, emocionada. - A veces, un pequeño gesto puede cambiar el día de una criatura.

Los dos perros comenzaron a soñar con todo lo que podían lograr. Planeaban formar un grupo para que más perros pudieran encontrar familias cariñosas. Cada uno de ellos aportaría sus ideas y sus habilidades, desde correr en el parque hasta hacer trucos para impresionar a la gente.

- Me pregunto si habrá otros perros que quieran unirse a nuestra causa - murmuró Rocco.

- Estoy segura que sí. Tendremos que hacer volantes y pedirle a los humanos que nos ayuden a difundir el mensaje - respondió Luna, mientras su cola no paraba de moverse de la emoción.

Después de un rato de platicar y planear, los dos se dieron cuenta de que el sol comenzaba a ponerse y era hora de despedirse.

- Te agradezco esta charla, Rocco. Me has hecho ver las cosas de otra manera. - dijo Luna con una sonrisa.

- A mí también, Luna. Creo que juntos podemos hacer algo grande. ¡Hasta pronto! - respondió Rocco, ya entusiasmado por la idea.

- ¡Hasta pronto! Y recuerda, ¡la felicidad está en compartir! - contestó Luna mientras se alejaba saltando alegremente.

Así, los perros se separaron, cada uno con una nueva misión en su corazón. El callejón silencioso había sido testigo de una importante reflexión, y ahora se convertía también en un lugar donde la amistad y la solidaridad florecerían a medida que Rocco y Luna comenzaban su aventura por ayudar a otros.

Y así como ellos, cada uno de nosotros puede reflexionar sobre el significado de nuestra existencia y sobre cómo nuestras acciones pueden cambiar la vida de otros, por pequeña que sea, siempre habrá un camino lleno de esperanza por recorrer.

FIN.

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