El Camarón Orgulloso y la Bruja del Bosque



En un alegre estanque rodeado de flores y árboles, vivía un camarón llamado Ramón. Ramón era un camarón muy orgulloso de sus colores brillantes y de su rapidez. Siempre presumía ante los demás animales del estanque.

"¡Miren lo rápido que nado!", decía mientras se deslizaba por el agua.

Los peces, las ranas y las libélulas lo miraban con admiración, pero también un poco de envidia. Sin embargo, no todo era perfecto en el estanque. A lo lejos, en el ~Bosque Susurrante~, vivía una bruja llamada Lila, famosa por sus extrañas habilidades y su peculiar carácter. A menudo, los animales contaban historias sobre ella, alegando que podía hacer magia con sus pociones.

Un día, mientras Ramón presumía nuevamente de su velocidad, escuchó un susurro.

"¿Ramón?", dijo una pequeña rana llamada Rina. "¿No te parece que deberías ser un poco más humilde?"

"¿Humilde? ¡Nunca! Estoy demasiado orgulloso de ser el camarón más rápido de todo el estanque!", exclamó Ramón, sacudiendo sus antenas.

A la mañana siguiente, Ramón decidió aventurarse más allá de su hogar. Mientras nadaba por el arroyo, llegó a un claro del bosque donde encontró un pequeño lago. Y ahí estaba Lila, la bruja, mezclando ingredientes en su caldero.

"¡Qué bonito lugar tienes aquí, bruja!", dijo Ramón con una voz llena de desdén. "Pero nada se compara con el estanque que yo habito. ¡Soy el más veloz de todos!"

Lila miró a Ramón con una sonrisa sabia.

"Es muy bonito ser veloz, camarón, pero la velocidad no siempre es lo más importante. ¿Te gustaría aprender algo más?"

Con la curiosidad picándole, Ramón respondió.

"Aprender de una bruja, ¿eh? ¡Eso suena interesante!"

Lila, con un movimiento de su mano, hizo que el caldero burbujeara y brillara.

"Te daré una poción mágica. Cada vez que uses tu velocidad sin pensar, te sentirás más lento. Pero si eres amable y trabajas en equipo, entonces te sentirás ligero como una pluma."

Ramón, intrigado pero escéptico, tomó la poción. Mientras nadaba de regreso al estanque, decidió no usar su velocidad por un día. En lugar de eso, comenzó a ayudar a los demás:

"¡Voy a ayudar a Rina a recoger sus hojas!", pensó.

Al día siguiente, la noticias corrieron por el estanque, y Ramón, en vez de jactarse, recibió agradecimientos de todos.

"Ramón, sos un buen amigo!", le dijo la rana.

Cada vez que compartía su tiempo con otros, el camarón se sentía más ligero. Fue entonces cuando notó que la verdadera velocidad estaba en su corazón.

Una semana después, el estanque fue invadido por un grupo de patos que buscaban un lugar para descansar. Todos estaban asustados y no sabían qué hacer. Pero Ramón, ya sabiendo la importancia de la colaboración, se acercó a los patos.

"¡Hola! ¡Les ofrezco mi velocidad para ayudarles a encontrar un lugar mejor!"

Los patos, sorprendidos, sonrieron.

"¡Eso sería maravilloso! Gracias, camarón!"

Juntos, los animales del estanque, guiados por Ramón, ayudaron a los patos a encontrar un nuevo hogar. Todos estaban felices y agradecidos. En ese momento, Ramón comprendió la lección que Lila le había enseñado.

Al regresar al claro del bosque, encontró a Lila esperando.

"¿Qué has aprendido, camarón?"

"He aprendido que ser veloz no se trata solo de rapidez. Se trata de ser amable y de ayudar a los demás", respondió Ramón con una sonrisa sincera.

Lila asintió con satisfacción.

"Exactamente. La verdadera magia está en el corazón y en la disposición de hacer feliz a quienes nos rodean".

Y así, Ramón dejó de ser solo el camarón veloz y se convirtió en el camarón querido por todos. Desde ese día, siempre recordaría que la habilidad más importante de todas era la bondad hacia los demás.

Algunos días, presumiendo de su velocidad, pero ahora con un brillo especial en su mirada, se llenaba de alegría al ver cómo su velocidad y su nuevo corazón generoso hacían del estanque un lugar más feliz para todos.

Y en el corazón del bosque, Lila sonrió, sabiendo que había hecho un amigo que había aprendido la más hermosa de las lecciones.

FIN.

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