El Cambiador Martín
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Valle Feliz, un niño llamado Martín. Desde pequeño, a Martín le gustaba jugar al fútbol, subir a los árboles y correr por el parque. Pero había un problema: Martín era muy tosco y grosero con las niñas de su escuela.
Cada vez que Paola, la chica de su clase, le preguntaba si quería jugar, Martín respondía con una mueca:
"¡¿Jugá con chicas? ! No, mejor andá a jugar con tus muñecas."
Las demás niñas se sentían muy mal. Se alejaban de él, y Martín se daba cuenta de que siempre estaba solo mientras sus compañeros se divertían. Sin embargo, en su mente no comprendía por qué las niñas no querían jugar con él.
Un día, la maestra Marta organizó un gran torneo de juegos en la escuela, y una de las actividades era un partido de fútbol donde todos debían participar, tanto chicos como chicas. Martín estaba emocionado, pero cuando vio a las chicas entrar al campo, una vez más hizo un comentario grosero:
"¡Ajá, ahí vienen las chicas! ¿Se van a poner a jugar con el maquillaje?"
Pero esta vez, Paola, cansada de sus comentarios, se armó de valor y le dijo:
"Martín, ¡somos tan buenas como ustedes! Solo queremos jugar y divertirnos. No importa si somos chicas o chicos."
Martín se sintió un poco mal por lo que había dicho, pero no lo reconoció. El partido comenzó, y en medio del juego, Martín se dio cuenta de que Paola jugaba increíblemente bien. Con su ágil dribbling, hizo un gol impresionante y se llenó de alegría.
Sin embargo, cuando Martín fue en una jugada para patear la pelota, se cayó y se lastimó la rodilla. Sus compañeros se acercaron corriendo, pero no solo los chicos; las chicas también. Paola le dijo preocupada:
"¡Martín, estás bien? Vení, te ayudo."
Él, sorprendido por la oferta de ayuda, no sabía cómo reaccionar. La miró fijamente y vio que ella estaba realmente preocupada por él. Para su sorpresa, la niña que había ofendido tantas veces estaba ahí, dispuesta a ayudarlo.
"No necesito ayuda de chicas", dijo Martín con una voz temblorosa, aunque ya sabía que necesitaba un poco de ayuda.
Paola lo miró con tristeza:
"Martín, ser respetuoso no significa que seas débil. A todos nos puede pasar."
Ese día, mientras estaba en casa con la rodilla vendada, se quedó pensando en lo que había sucedido. Comenzó a reflexionar sobre sus acciones. Se dio cuenta de que había herido a las niñas sin motivo y que, en lugar de hacer amigas, se había ganado el rechazo.
Al día siguiente, Martín decidió que merecía una segunda oportunidad. Se acercó a Paola antes de que empezaran las clases:
"Paola, quiero disculparme por lo que dije. Te vi jugar, y la verdad es que sos una gran jugadora. Me gustaría aprender a jugar mejor. ¿Me ayudarías?"
Paola, con una sonrisa, respondió:
"Claro, Martín. Te puedo enseñar lo que necesites. Pero no solo en el fútbol, también podemos ser amigos."
A partir de entonces, Martín comenzó a acercarse a las niñas de su clase. Jugaba con Paola y con sus amigas. Aprendió que el respeto y la amistad son importantes, sin importar el género. Las niñas lo aceptaron, y poco a poco, Martín se convirtió en un gran amigo.
El próximo torneo que organizó la maestra fue diferente. Martín, ahora con mucho respeto hacia todos, invitó a todas las niñas a jugar, y en el partido final, todos celebraron juntos.
Al terminar el torneo, Martín se puso de pie y dijo:
"Gracias, chicas. No solo por jugar, sino por mostrarme lo que realmente significa ser un buen amigo."
Y así, Martín no solo aprendió a jugar un mejor fútbol, sino que también aprendió la importancia del respeto, la amistad y el valor de cada persona, sin importar si eran chicos o chicas. Desde ese día, Valle Feliz no solo tuvo un equipo de fútbol increíble, sino también un grupo de amigos unidos.
Fin.
FIN.