El cambio comienza en mí
Había una vez un niño llamado Juan, que siempre estaba lleno de energía y travesuras. Aunque era muy divertido estar con él, a veces sus travesuras podían causar problemas.
Un día, Juan decidió jugarle una broma a su hermana mayor, Sofía. Esperó pacientemente escondido detrás de la puerta del baño mientras ella se preparaba para salir. Cuando Sofía abrió la puerta, Juan saltó asustándola tanto que hizo que se cayera y se lastimara el brazo.
Sofía lloró de dolor y mamá corrió rápidamente para ver qué había pasado. Cuando descubrió lo ocurrido, se puso muy enojada con Juan y le dijo: "¡Juan! ¡Esto no puede seguir así! Tus travesuras están lastimando a las personas que amas.
Estás castigado por ser tan travieso". Juan se sintió muy mal al escuchar eso. No quería lastimar a nadie, solo buscaba divertirse un poco. Pero entendió que sus acciones tenían consecuencias y debía aprender a controlarse.
Durante su castigo, Juan tuvo mucho tiempo para reflexionar sobre su comportamiento y cómo podía mejorar. Decidió escribir una lista de todas las cosas buenas que quería hacer para demostrarle a su familia que podían confiar en él nuevamente.
Al día siguiente, cuando terminó su castigo, Juan mostró su lista a mamá y prometió cumplirla al pie de la letra. Mamá sonrió orgullosa y le dio una oportunidad para cambiar.
Desde ese día en adelante, Juan hizo todo lo posible por ser más responsable y considerado con los demás. Ayudaba a mamá con las tareas del hogar, compartía sus juguetes con su hermana y se disculpaba cuando cometía errores.
Poco a poco, Juan fue recuperando la confianza de su familia. Ya no era conocido como "el travieso", sino como "el niño responsable". Sus travesuras quedaron en el pasado y todos vieron el esfuerzo que estaba haciendo para ser mejor.
Un día, mientras jugaban en el parque, Juan vio a un niño nuevo sentado solo en un banco. Se acercó amablemente y le preguntó si quería jugar con él y sus amigos. El niño sonrió y aceptó la invitación.
A partir de ese momento, Juan se dio cuenta de lo importante que era ser amable y ayudar a los demás. Descubrió que podía canalizar toda su energía en cosas positivas y divertidas sin lastimar a nadie.
Y así fue como Juan aprendió una valiosa lección: nuestras acciones tienen consecuencias, pero también tenemos el poder de cambiarlas para mejor. Aprendió que ser responsable y considerado no solo nos ayuda a nosotros mismos, sino también a aquellos que nos rodean.
Desde entonces, Juan se convirtió en un ejemplo para otros niños y siempre recordó lo mucho que había crecido gracias al castigo por ser tan travieso.
Y aunque seguía siendo un niño lleno de energía, ahora sabía cómo usarla de manera positiva para hacer del mundo un lugar más feliz.
FIN.