El Cambio de Diego
Era una mañana soleada en el barrio San Martín, donde los niños jugaban y reían. Diego, un niño muy estudioso de 8 años, siempre estaba preparado con su mochila llena de libros y útiles. Le encantaba aprender y compartir sus conocimientos con los demás. Sin embargo, tenía un pequeño problema: a veces se burlaba de Carlos, un niño que no tenía tantos recursos como él. Carlos, de 9 años, tenía que trabajar ayudando a su papá en el mercado después de la escuela.
Un día, mientras Diego estaba en clase con sus amigos, Carlos entró con su camiseta un poco rota y un par de zapatos que ya habían visto mejores días.
Diego, al verlo, no pudo contenerse. "Mirá, ahí viene el vendedor de frutas. ¿Te olvidaste de pasar a lavarte?"- Todos se rieron, y Carlos, muy avergonzado, decidió irse al rincón de la clase.
Esa tarde, Diego pasó por el mercado con su mamá. Al acercarse a un puesto, notó que había mucha gente y de repente se dio cuenta de que el niño que había estado burlándose, estaba atendiendo a los clientes con una gran sonrisa. A Diego le sorprendió ver cómo los clientes hablaban con Carlos y cómo él los atendía con respeto.
"¿Por qué está sonriendo si trabaja tanto?"- pensó Diego.
Al día siguiente en la escuela, Diego no podía sacarse de la cabeza la imagen de Carlos trabajando. Mientras estaba sentado en clase, miró a Carlos, que estaba concentrado en sus estudios. Diego decidió hacer algo.
Durante el recreo, se acercó a Carlos lentamente. "Hola, Carlos. ¿Puedo preguntarte algo?"-
Carlos, sorprendido pero curioso, respondió: "¿Qué pasa, Diego?"-
"Yo... me di cuenta de que a veces me comporto mal contigo. No debería haberte hecho bullying. Dime, ¿por qué trabajas en el mercado?"-
Carlos sonrió tímidamente y contestó: "Porque mi papá no puede hacerlo solo y yo quiero ayudar. Así podemos comprar comida y esas cosas. No es tan malo, me gusta hablar con la gente."-
Diego sintió un nudo en la garganta. Nunca había pensado que Carlos lo hacía por su familia. En ese momento se dio cuenta de cómo había sido egoísta. "Lo siento mucho, Carlos. No debería haberme burlado, eres un chico genial. Me gustaría ayudarte. ¿Te gustaría que estudiemos juntos?"-
Carlos sonrió, sorprendido: "¿De verdad? Eso sería genial, gracias Diego. ¡Podemos ayudarnos mutuamente!"-
Desde aquel día, la relación entre ambos empezó a cambiar. Diego le enseñó a Carlos un poco de matemáticas y Carlos le contaba sobre las frutas y verduras que vendía en el mercado.
Los demás niños notaban el cambio y poco a poco empezaron a unirse al grupo.
"¡Es genial lo que hacen!"- dijo una de las chicas del grupo.
Y así, Diego entendió que ser estudioso no solo era acumular conocimientos, sino también valorarlos y compartirlos. No importaban los recursos; lo importante era el esfuerzo, la amabilidad y la amistad.
Carlos, por su parte, se sintió más confiado en sí mismo. Ya no se sentía menos entre sus compañeros. La gente puede tener diferentes situaciones, pero siempre se puede aprender unos de otros.
Ambos se volvieron grandes amigos, y los días de bullying se convirtieron en un recuerdo lejano.
Diego aprendió que ser amable era mucho mejor que hacer reír a costa de otros, y que todos tienen algo especial que ofrecer. Juntos, avanzaron en la escuela y hicieron un equipo formidable, brindando ayuda a otros compañeros que también lo necesitaban.
Y así, Diego y Carlos demostraron que el verdadero triunfo está en la empatía, la amistad y en apoyarse mutuamente, sin importar de dónde venimos.
FIN.