El cambio de Galo


Había una vez un niño llamado Galo, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza. Allí, había un parque con un hermoso tobogán, el cual era la atracción favorita de todos los niños del lugar.

Galo amaba ese tobogán y pasaba horas y horas deslizándose por él. No importaba si hacía frío o calor, él siempre estaba allí, subiendo y bajando una y otra vez.

Pero lo que más le gustaba era tirarse desde lo más alto, sintiendo la emoción de volar por el aire antes de aterrizar suavemente en el césped. Un día, mientras Galo se divertía en el tobogán como siempre, llegó Lucio, otro niño del pueblo.

Lucio también quería jugar en el tobogán y le pidió a Galo que compartiera su turno. Pero Galo no quería dejar de disfrutar ni un solo segundo de su juguete favorito. "No puedo compartir ahora mismo", respondió Galo con tristeza.

"Todavía quiero seguir tirándome unas cuantas veces más". Lucio se quedó mirando al tobogán con mucha ilusión pero también algo decepcionado. Sin decir nada más, decidió esperar pacientemente a que Galo terminara sus turnos.

Pasaron algunos minutos y finalmente Galo decidió darle una oportunidad a Lucio para que también pudiera divertirse. Le dio permiso para usar el tobogán durante unos minutos mientras él descansaba.

Pero algo inesperado ocurrió: cuando Lucio estaba trepando hacia la cima del tobogán para deslizarse por él, resbaló y cayó al suelo. Lucio se lastimó el brazo y comenzó a llorar de dolor. Galo, asustado por lo sucedido, corrió hacia Lucio para ayudarlo.

"¡Lo siento mucho! No debí ser egoísta y dejar que te divirtieras también", dijo Galo apenado. Lucio, entre sollozos, respondió: "No fue tu culpa, fue un accidente". Galo llamó a los adultos del parque y juntos llevaron a Lucio al hospital para que le revisaran el brazo.

Afortunadamente, solo había sido una torcedura y no era nada grave. Mientras estaban en la sala de espera del hospital, Galo se sintió muy mal por lo ocurrido.

Se dio cuenta de que su egoísmo había causado el accidente de Lucio y eso no estaba bien. Cuando finalmente llegaron las noticias de que Lucio estaba bien y podía regresar a casa con un brazo enyesado, Galo se acercó a él con determinación. "Lucio, quiero pedirte disculpas nuevamente", dijo Galo sinceramente.

"Me di cuenta de lo importante que es compartir y pensar en los demás antes que en uno mismo". Lucio sonrió amigablemente y respondió: "Gracias por darte cuenta de eso. Todos cometemos errores, pero lo importante es aprender de ellos".

Desde ese día en adelante, Galo cambió su actitud egoísta por una más generosa. Compartía sus juguetes con los demás niños del pueblo e invitaba a todos a jugar juntos en el tobogán sin importar cuántas veces quisieran tirarse.

La historia de Galo y Lucio se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo, quienes aprendieron la importancia de compartir, ser amables y pensar en los demás.

Y así, el parque se llenó de risas y juegos compartidos, gracias a la lección que Galo había aprendido. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

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