El Cambio de Hermano Mentiroso
En una ciudad muy bulliciosa, donde los autos pitaban y la gente no paraba de hablar, vivía un niño conocido como Hermano Mentiroso. Su nombre no era porque siempre contara historias de aventuras emocionantes, ¡no! Era porque mentía a todos sobre todo y en cualquier momento.
Su mamá, Doña Elena, siempre intentaba corregirlo. Un día, mientras estábamos en la plaza, él gritó:
"¡Mirá! ¡Un dinosaurio volando!"
Todos miraron al cielo. Doña Elena, muy preocupada, le dijo:
- “Hermano, no podés seguir mintiendo así. Un día te van a creer y te vas a meter en problemas.”
Pero él solo se reía. Así pasaron los días, hasta que un día, después de una fiesta de cumpleaños, lo llevaron a vivir a un reformatorio.
Hermano Mentiroso se encontró en un lugar diferente al que estaba acostumbrado. Un lugar donde había reglas y donde no se permitían las mentiras. Al principio no le gustó nada. No le gustaban las comidas, las actividades programadas ni los horarios estrictos.
Un día, mientras estaba en el patio, conoció a una niña llamada Lila, que siempre sonreía y contaba historias.
"¿Por qué siempre estás sonriendo, Lila?" le preguntó.
- “Porque las historias son lo mejor que tenemos. ¿Por qué mentir cuando podés crear algo hermoso? ”
Hermano Mentiroso no entendía del todo lo que decía Lila, pero le empezó a prestar atención. En lugar de contar mentiras, empezó a contar historias divertidas sobre él mismo. Se reía de sus torpezas y de situaciones graciosas que le pasaban en el reformatorio.
Un día, Lila lo retó:
- “¿Te animás a contar tu historia más divertida en la próxima reunión del reformatorio? ”
Al principio, se asustó. ¿Y si nadie se reía? Pero decidió aceptar el reto. Durante días preparó su historia.
Finalmente, llegó el día de la reunión. Hermano Mentiroso subió al escenario y comenzó:
- “Una vez, traté de hacer un helado gigante... ¡pero lo único que hice fue mojarme y caer en la pileta! ”
La sala estalló de risa. Se dio cuenta de que no necesitaba mentir para ser interesante. La gente reía de él, pero no de una manera cruel. Se reían porque era divertido y sincero.
Después de contar su historia, sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: la aceptación.
- “¡Eres genial, Hermano! ” le dijo uno de los chicos.
- “Sí, contá otra! ” agregó otro.
Y así, Hermano Mentiroso fue dejando de lado su apodo. Se convirtió en Hermano Creativo, porque aprendió que podía contar cosas maravillosas sin necesidad de mentir. Empezó a hacer amigos y a disfrutar de cada actividad.
Cuando llegó el momento de irse del reformatorio, Doña Elena lo abrazó con lágrimas de alegría.
- “Te veo tan diferente, hijo mío. Estoy muy orgullosa de vos.”
Ya NO MIENTE, Ahora cuenta historias de su vida con una risa sincera, y la gente lo quiere por quien realmente es.
Y así, Hermano Mentiroso se convirtió en un niño feliz, lleno de creatividad y amor por la verdad. He aquí que aprendió que ser uno mismo es la mayor aventura de todas.
FIN.