El cambio de Juan


Había una vez un taxista llamado Juan, que era conocido por todos en la ciudad como "el taxista malhumorado". Siempre se lo veía con cara de pocos amigos y nunca hablaba con sus pasajeros.

Un día, Juan recibió un llamado para buscar a una niña llamada Sofía en el aeropuerto. Cuando llegó al lugar, vio a la pequeña sentada en una silla con su maleta a su lado.

Al acercarse, notó que Sofía tenía lágrimas en los ojos. - Hola, soy Juan. ¿Estás bien? - preguntó el taxista preocupado. - Sí... no... es que extraño mucho a mi mamá - respondió Sofía entre sollozos.

Juan sintió empatía por la niña y decidió hacer algo para ayudarla. Durante el viaje hacia su destino, empezó a hablarle sobre lugares divertidos de la ciudad y le contó algunas anécdotas graciosas. Poco a poco, Sofía fue sonriendo y olvidando sus penas.

Cuando llegaron al lugar de destino, Juan ayudó a Sofía con sus cosas y se despidió de ella con una sonrisa amistosa.

Esa noche antes de dormir, Juan pensaba en cómo se había sentido cuando era niño y extrañaba mucho a su mamá cuando ella estaba trabajando todo el día. A partir de ese día, cada vez que recogía algún pasajero triste o preocupado en su taxi, decidía hablarles sobre cosas positivas e intentaba sacarles una sonrisa antes de dejarlos en su destino.

Poco a poco fue ganándose fama como "el taxista más amable de la ciudad".

Un día, mientras esperaba a un pasajero en la calle, una mujer se acercó y le preguntó si era Juan, el taxista que había ayudado a su hija Sofía unos días atrás. - Sí, soy yo - respondió Juan sorprendido. - Quiero agradecerte por haber sido tan amable con mi hija.

Desde ese día ha estado mucho más feliz y contenta - dijo la mujer emocionada. Juan se sintió muy contento al escuchar esas palabras y decidió que seguiría siendo un taxista amable y servicial para siempre. A partir de ese momento, su vida cambió por completo.

Ya no era conocido como "el taxista malhumorado", sino como "el taxista bondadoso" que hacía sonreír a sus pasajeros.

Desde entonces, cada vez que alguien necesitaba un poco de alegría en su vida, sabían exactamente quién llamar: ¡al taxista más amable de la ciudad!

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