El Cambio de los Cuatro Amigos
Era un día soleado en la Escuela Moderna. Todos los chicos estaban emocionados por la clase de educación física, pero en el patio, había un grupo que generaba nerviosismo: Manuel, Esteban, Santiago y Antonio. Siempre jugaban a sus propias reglas y su juego brusco asustaba a los demás. Los niños preferían alejarse, mirando desde la distancia como su diversión se convertía en algo incómodo.
Un día, mientras corrían y empujaban a los que se cruzaban en su camino, ocurrió algo inesperado. Una niña llamada Clara, que solía quedarse al margen, decidió acercarse.
"¡Eh! ¿Por qué tienen que jugar así?" - protestó Clara con voz firme.
"¿Y a vos qué te importa? Esto es solo un juego" - respondió Esteban, burlándose.
"Pero también nos molesta a nosotros, y eso no es justo" - dijo Clara, mirando a sus compañeros que asentían, un poco nerviosos.
Santiago, con una sonrisa desinteresada, contestó:
"Si tanto les molesta, ¿por qué no se van a jugar a otro lado?"
Mientras sus amigos reían, Clara sintió una punzada de enojo. Se dio vuelta para irse, pero antes de hacerlo, se dirigió a los demás:
"¿No es más divertido jugar todos juntos?"
Los chicos comenzaron a murmurar entre ellos. Algunos pensaban que podría ser cierto, pero el miedo a los demás los mantenía callados.
Esa tarde, Clara casi no pudo dormir. Pensó en cómo sus compañeros no podían disfrutar al máximo porque los cuatro hacían lo que querían.
Al día siguiente se organizó un partido de fútbol. Clara decidió que era la oportunidad para intentar algo diferente. Con valentía, se acercó a Manuel, Esteban, Santiago y Antonio, quienes se preparaban para jugar.
"Chicos, ¿quieren unirse a nosotros? Estoy segura de que si jugamos juntos podemos divertirnos más" - les dijo.
"¿Por qué?" - preguntó Manuel, confundido.
"Porque si estamos todos juntos, podemos hacer dos equipos y tener una buena partida. Sin peleas, sólo por diversión" - explicó Clara.
Los cuatro amigos se miraron entre sí, aún dudosos. Fue entonces cuando apareció Lucas, otro compañero al que le gustaba jugar al fútbol.
"Yo creo que sería genial, así hay más acción y todos podemos tocar la pelota" - se sumó Lucas entusiasmado.
Finalmente, Manuel, Esteban, Santiago y Antonio, sintiendo un poco la presión de los otros, se unieron a la propuesta.
El partido comenzó y al principio hubo un poco de resistencia de su parte, pero al transcurrir los minutos, la tensión fue desapareciendo. Se pasaban la pelota, reían y comenzaron a sentir el verdadero significado de jugar en equipo.
"¡Bien, Antonio! ¡Pasala!" - gritaba Esteban mientras corrían detrás de la pelota.
El sol brillaba fuerte y la diversión era contagiosa, más que nunca antes. Empezaron a darse cuenta de que jugar de manera brusca no solo incomodaba a los demás, sino que les quitaba la oportunidad de disfrutar de sus compañeros.
Finalmente, al terminar el partido, estaban todos exhaustos pero felices.
"¡Nunca había jugado tan bien!" - exclamó Santiago, sonriendo ampliamente.
"Sí, ¡gracias, Clara! Nos hiciste ver que no necesitábamos molestar para divertirnos" - dijo Manuel, sintiéndose agradecido.
Desde ese día, Manuel, Esteban, Santiago y Antonio empezaron a jugar con sus compañeros, disfrutando de la alegría que trae el trabajo en equipo. Y así, la Escuela Moderna se convirtió en un lugar donde todos se sentían parte de algo grande, trabajando juntos para disfrutar al máximo del tiempo en el patio.
Clara, al ver que sus compañeros se llevaban mejor, sintió que su pequeño gesto había traído una gran felicidad. Aprendieron que jugar juntos trae más alegría que jugar solos, y que los verdaderos amigos son aquellos que cuidan a los demás. Al final, se dieron cuenta que el respeto y la inclusión era el verdadero juego que los uniría siempre.
FIN.