El Cambio de Lucas



Había una vez, en un pequeño barrio, un niño llamado Lucas. Lucas era un niño grande, de pelo alborotado y ojos chispeantes, pero tenía una costumbre que no era del todo buena: le encantaba molestar a los más pequeños.

Cada vez que veía a su vecino, el pequeño Tomás, jugando en el patio, no podía evitar acercarse y hacerle bromas pesadas.

"¡Mirá, Tomás!" - gritaba Lucas mientras le robaba su pelota.

"¡Devolveme la pelota, Lucas!" - suplicaba Tomás, con lágrimas en los ojos.

La lucha entre ellos se repetía día tras día. Por eso, su papá comenzó a preocuparse.

"Lucas, no está bien que molestes a los más chiquitos. Tenés que aprender a ser amable" - le decía su papá, pero Lucas lo ignoraba.

Un día, el papá de Lucas tuvo que salir de viaje por trabajo y decidió dejarlo bajo el cuidado de su madrastra, Silvana, quien además de ser dulce y comprensiva, ¡era maestra en el colegio del barrio!"Lucas, hoy vas a quedarte con Silvana, y espero que te portes bien" - le advirtió el papá antes de irse.

Al principio, Lucas no estaba muy emocionado.

"¿Por qué tengo que quedarme con una profesora?" - protestó Lucas.

Sin embargo, Silvana tenía una sonrisa cálida y un plan en mente. Al llegar a casa, Silvana le dijo:

"Hola, Lucas. Hoy vamos a tener un ‘día divertido de aprendizaje’. ¿Te parece?"

"¿Qué vamos a hacer?" - preguntó Lucas, intrigado.

"Te van a encantar mis sorpresas. Primero, vamos a leer un libro sobre animales. Luego podemos hacer una manualidad basada en lo que aprendimos. ¡Y después, vamos a ver si te gusta cocinar algo!" - explicó Silvana con entusiasmo.

Lucas, que se imaginaba jugando a ser el rey del patio, se sintió intrigado. No había pensado que aprender podría ser tan divertido. Después de leer sobre leones y elefantes, Silvana le propuso otra actividad:

"Ahora, hagamos una manualidad de un animal que elijas, pero quiero que me digas tres cosas buenas que tiene ese animal."

"Mmm… yo elijo un perro. Los perros son leales, divertidos y siempre hacen compañía" - dijo Lucas, sorprendido por cómo sus propias palabras le hacían pensar en lo importante de ser amable y cuidar de los demás.

Al terminar la manualidad, Silvana le dijo:

"¿Sabías que los perros pueden ayudar a los niños?"

"¡¿Enserio? !" - Lucas se interesó.

"Sí, y también hay muchas maneras en que tú podrías ayudar a otros chicos, como ser su amigo en el colegio, jugar con ellos, y hacer que se sientan felices."

Lucas comenzó a reflexionar sobre sus actitudes. Con cada actividad, se fue sintiendo más conectado con sus sentimientos, algo que nunca había hecho antes. Cuando llegó la hora de cenar, Silvana le preguntó con una sonrisa:

"¿Qué te parece si mañana invitas a Tomás a jugar a la casa? Podrían construir algo divertido juntos."

Lucas se quedó pensando. Por primera vez, la idea de jugar con Tomás le parecía increíblemente emocionante. Al día siguiente, se armó de valor y fue a buscar a Tomás.

"¡Tomás!" - gritó Lucas. "¿Querés venir a jugar?"

"¿De verdad?" - respondió Tomás, sorprendido. "Pero, ¡vos siempre me molestás!"

"Lo sé, y lo siento. Quiero que seamos amigos y jugar juntos, como los perros y los niños" - dijo Lucas con sinceridad.

A partir de ese día, Lucas cambió. No solo se volvió el mejor amigo de Tomás, sino que empezó a ser más amable con todos los pequeños del barrio. Aprendió que hacer reír a otro era mucho más divertido que molestarlo.

Al final, Lucas volvió a ver a su papá, quien lo abrazó fuerte y le dijo:

"Estoy muy orgulloso de vos, hijo. Parece que aprendiste una valiosa lección de tu madrastra."

"Sí, papá. Y gracias a Silvana me di cuenta de lo importante que es ser amigo y ayudar a los demás" - sonrió Lucas, feliz.

Desde entonces, el antiguo Lucas se convirtió en un niño amable y cariñoso, siempre dispuesto a hacer sonreír a los demás. Y así, con la ayuda de Silvana, descubrió que la verdadera alegría estaba en compartir y cuidar de sus amigos, grandes y pequeños.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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