El Cambio de Luis
En un pequeño colegio de Buenos Aires, había un niño llamado Luis. Luis era conocido por todos como el chico malhumorado. Siempre se enojaba por todo y a nadie le gustaba acercarse a él. Sus compañeros decían:
"No te acerques a Luis, siempre está enojado".
Luis no entendía por qué nadie quería jugar con él. Se sentaba solo, dibujando en su cuaderno, mientras los demás se divertían en el recreo.
Un día, una nueva niña llegó al colegio. Se llamaba Lili. Era alegre y siempre sonreía.
"Hola, soy Lili. ¿Te gusta dibujar?" - le preguntó Lili a Luis, sin tener miedo de su mal humor.
Luis la miró con desdén y respondió:
"No es asunto tuyo".
Lili no se dio por vencida. En los días siguientes, seguía acercándose a Luis y le hacía preguntas sobre sus dibujos.
"Tus dibujos son geniales, ¿me enseñarías a dibujar?" - dijo Lili un día, mostrándole uno de sus propios dibujos.
Luis, sorprendido, dejó escapar una pequeña sonrisa. Nadie le había dicho nunca que sus dibujos eran geniales.
"Bueno, tal vez..." - musitó Luis.
Poco a poco, Lili logró que Luis se abriera. Cada día, compartían sus dibujos y a veces, Lili le contaba chistes que le hacían reír. Luis, que al principio solo respondía de mala gana, empezó a disfrutar de la compañía de Lili.
Un día, mientras jugaban a la pelota durante el recreo, Luis se enojó porque un compañero le hizo una falta.
"¡Sos un tramposo!" - gritó Luis, y todos se quedaron en silencio.
Lili, que estaba a su lado, le dijo con calma:
"Luis, a veces el juego puede ser frustrante, pero no vale la pena enojarse. Si nos molestamos, nosotros mismos nos alejamos de los demás".
Luis reflexionó sobre lo que dijo Lili. Era cierto. A medida que pasaban los días, cada vez que sentía que la ira lo invadía, pensaba en lo que Lili le había enseñado.
Con el tiempo, Luis comenzó a mejorar. Se volvió más amable y poco a poco, sus compañeros comenzaron a darle una oportunidad.
"Hola, Luis. ¿quieres jugar?" - le preguntaban ahora con una sonrisa.
Luis se dio cuenta de que ser amable no solo lo hacía sentir mejor, sino que también le permitió hacer amigos. Un día, decidió invitar a toda su clase a su cumpleaños.
"Quiero compartir mi torta con todos ustedes" - anunció, y la clase estalló de alegría.
Lili sonrió y le dijo:
"¡Qué gran idea, Luis! ¡Te va a encantar!"
El día de su cumpleaños, el salón estaba lleno de risas y juegos. Luis se sintió muy feliz rodeado de tantos amigos.
"Gracias, Lili, por ayudarme a ser una mejor persona" - le dijo él en voz baja, mientras todos cantaban el feliz cumpleaños.
"No lo hiciste solo, Luis. Solo necesitabas a alguien que creyera en vos" - respondió Lili con una sonrisa.
Y así, Luis aprendió que ser amable y abrirse a los demás hizo que su vida fuera mucho más feliz. Desde ese día, nunca más se sintió malhumorado, porque siempre tenía amigos a su lado.
FIN.