El Cambio de Martina



En un barrio tranquilo de Buenos Aires, vivía una niña llamada Martina. Era una niña curiosa y llena de energía, pero tenía un gran problema: era muy desobediente, especialmente con su mamá, María, y su hermana, Estrella.

Un día, mientras jugaba en su habitación, su mamá le llamó:

"Martina, ven a ayudarme a preparar la cena, por favor".

Martina, en vez de cumplir, gritó desde su cuarto:

"¡No! Estoy muy ocupada jugando".

María suspiró, pero siguió con su tarea. Estrella, que estaba haciendo la tarea en la sala, escuchó a su mamá y decidió intervenir:

"Martina, deberías ayudar a mamá. Siempre hace todo sola".

Martina, enojada, respondió:

"¡No necesito escuchar a nadie!".

Esa noche, mientras cenaban, la atmósfera era tensa. María intentaba hablar con Martina sobre su comportamiento, pero ella no quería escuchar.

"Martina, lo que quiero es que aprendas a ser responsable. No se trata solo de ti".

"Lo mismo de siempre, mamá. Solo quiero divertirme, no ser una sirvienta".

Días después, mientras iba al colegio, Martina decidió ignorar las reglas del tránsito y cruzar la calle sin mirar. Un grupo de niños jugaba y ella se unió sin prestarle atención a la advertencia de una niña mayor:

"Martina, tené cuidado, los coches vienen rápido".

Sin embargo, Martina solo respondió:

"¡No pasa nada!".

Cuando salió de la escuela, se dio cuenta de que había olvidado hacer su tarea. Mientas caminaba, pensó en jugar en el parque en vez de ir a casa, pero el sol estaba comenzando a ponerse, así que se dirigió a su casa.

Al llegar, encontró a Estrella ayudando a María a recoger los platos de la cena. Al verlas juntas, un rayo de sorpresa la atraviesa:

"¿Por qué están haciéndolo juntas? ¡Eso es aburrido!".

"Porque mamá necesita ayuda y yo quiero estar con ella" -contestó Estrella sonriendo.

Martina se sintió un poco triste al ver que no era parte de eso. Pasaron los días y aún seguía resistiendo las reglas, pero esa tristeza la llevó a reflexionar. Un día decidió hacer una prueba. Al volver del colegio, llamó a su mamá:

"Mamá, ¿puedo ayudarte?".

"¿De verdad, Martina?" -dijo María con una sonrisa. "Sí, claro. Vamos a cocinar juntas".

Esa tarde, Martina ayudó a preparar la cena. Mezcló ingredientes y riendo, se dio cuenta de lo divertido que era compartir el tiempo con su mamá y hermana. Al finalizar, María comentó:

"Fijate, Martina. Has aprendido algo hoy, ¿no?".

"Sí, ayudando se siente bien" -respondió ella.

Desde ese día, Martina empezó a cambiar. Aprendió a escuchar y respetar las opiniones de su mamá y hermana.

Unas semanas después, la familia decidió ir de paseo al parque. En lugar de ir a jugar sola, Martina le pidió a Estrella:

"¿Te gustaría que juguemos juntas, hoy?".

"¡Claro, hermana!" -dijo Estrella emocionada.

Al final del día, mientras regresaban a casa, María sonrió y dijo:

"Veo que estás aprendiendo, Martina. Estoy muy orgullosa de ti".

"Gracias, mamá. Me gusta sentirme parte de la familia" -respondió Martina.

Y así, gracias a su propio esfuerzo y el amor de su mamá y hermana, Martina se convirtió en una niña más obediente y respetuosa, donde la diversión ahora incluía a las personas que más amaba. Desde aquel entonces, la familia compartió buenos momentos y aventuras, aprendiendo que la cooperación y el amor construyen un hogar feliz.

FIN.

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