El cambio de Mateo
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Mateo. Mateo era conocido por ser un niño rebelde, siempre metiéndose en problemas y desafiando las reglas.
No le gustaba seguir las indicaciones de los adultos y se negaba a respetar a sus compañeros de clase. Un día, la maestra de Mateo, la señorita Ana, decidió hablar con él después de clases.
Lo llevó a un rincón del patio donde había un árbol frondoso y se sentaron juntos en el pasto. "Mateo, sé que eres un niño inteligente y valiente", comenzó la señorita Ana con voz suave.
"Pero es importante que entiendas que el respeto, el amor, la solidaridad y otros valores son fundamentales para vivir en armonía con los demás. "Mateo frunció el ceño, no muy convencido de lo que escuchaba. Sin embargo, algo en las palabras de la señorita Ana resonó en su interior.
"¿Por qué son tan importantes esos valores?", preguntó Mateo con curiosidad.
La señorita Ana le explicó cómo el respeto hacia los demás nos ayuda a construir relaciones sanas; cómo el amor nos llena el corazón de alegría; cómo la solidaridad nos hace mejores personas al ayudar a quienes más lo necesitan. "Quiero que te propongas aprender sobre estos valores, Mateo", dijo la maestra con una sonrisa cálida. "Estoy segura de que puedes cambiar y convertirte en alguien maravilloso.
"Esa noche, Mateo reflexionó sobre lo conversado con la señorita Ana. Decidió darle una oportunidad a esos valores y ver qué podían hacer por él. Al día siguiente, cuando llegó al colegio, vio a uno de sus compañeros triste porque había perdido su juguete favorito.
En lugar de burlarse como solía hacer antes, Mateo se acercó y le ofreció compartir sus propios juguetes para animarlo. "¡Gracias, Mateo! Eres muy amable", dijo su compañero sorprendido.
Con cada día que pasaba, Mateo ponía en práctica los valores aprendidos: respetaba las opiniones de los demás en clase, ayudaba a reagarrar basura del patio sin esperar nada a cambio e incluso compartía su merienda con aquellos que no tenían.
Poco a poco, los demás niños notaron el cambio en Mateo. Se acercaban más a él y querían ser sus amigos. Ya no era visto como ese niño rebelde e inquieto; ahora era admirado por su bondad y generosidad.
Un mes después de su charla con la señorita Ana bajo el árbol frondoso del patio escolar, Mateo recibió un premio por ser ejemplo de valores para todos sus compañeros.
Estaba radiante de felicidad al darse cuenta del impacto positivo que podía tener simplemente siendo amable y solidario con los demás. Desde entonces, Villa Esperanza fue testigo de cómo un niño rebelde se transformó en un verdadero ejemplo para todos gracias al poder transformador del amor, el respeto y la solidaridad.
FIN.