El Cambio de Ricardo
Ricardo, un maestro entusiasta que vivía en Arandas, enfrentaba una gran dificultad en su vida diaria: sus 27 alumnos de cuarto grado eran muy peleoneros. Cada día era una montaña rusa, llena de risas, gritos y, a veces, un poco de caos.
Un día, mientras Ricardo organizaba su aula, se sintió abrumado por la energía de sus estudiantes, que charlaban y se movían de un lado a otro como si estuvieran en una fiesta. Los miró y pensó: "¡Ay, estos chicos son un verdadero desafío!"
"Chicos, por favor, escuchen, necesito que se sienten y me presten atención para empezar la clase", pidió Ricardo con mucha paciencia.
Pero en lugar de calmarlos, sus palabras fueron ignoradas. Los alumnos se siguieron peleando y lanzando papeles entre ellos. Ricardo, cansado de que su autoridad fuera desafiada, decidió que era hora de actuar de una manera diferente.
Al día siguiente, en lugar de comenzar con un libro de texto, llegó al aula con un gran tambor y algunas maracas. Los niños lo miraron con curiosidad.
"Hoy, vamos a aprender sobre la música y cómo nos puede unir. Cada uno tendrá su instrumento", anunció emocionado.
Los alumnos se quedaron en silencio, sorprendidos por la reacción inesperada de su maestro. Uno de ellos, Juanito, rompió el silencio.
"¿Podemos hacer una banda, maestro?"
"¡Exactamente, Juanito!", sonrió Ricardo. "Hoy, no solo seremos una clase, ¡seremos una banda!"
Los niños comenzaron a entusiasmase. Pero antes de tocar una sola nota, Ricardo les explicó que para hacer buena música, debían trabajar juntos y respetarse mutuamente. Entonces los agrupo en dos bandas.
"Si quieren tocar bien, tendrán que aprender a escucharse y cooperar. No quiero escuchar peleas, solo buena música", dijo el maestro.
Así, por primera vez, los chicos se dieron cuenta de que trabajar en equipo era divertido y que podían lograr cosas grandes si dejaban de pelear. Con el paso de los días, la música comenzó a llenar el aula, y las discusiones eran cada vez menos frecuentes.
Sin embargo, se dio un giro inesperado. Una tarde, la directora entró al aula mientras Ricardo dirigía la práctica de la banda.
"Ricardo, ¿qué está pasando aquí?", preguntó, esbozando una ceja.
"Señora directora, estamos aprendiendo sobre la unión a través de la música", repuso el maestro con confianza.
"No puedo creer lo que me dicen los padres. Dicen que aquí solo hay desorden. Esto no es un conservatorio, ¡es una escuela!"
Pensando rápido, Ricardo invitó a la directora a escuchar un poco de su música. Los niños tocaron su mejor canción. Cuando terminaron, un silencio abrumador llenó la sala, hasta que la directora estalló en aplausos.
"¡Estoy impresionada! No sabía que podían tocar tan bien. Necesito ver esto más a menudo", dijo, admirada.
Desde ese día, la actitud de los alumnos cambió. Comenzaron a resolver sus diferencias de manera pacífica y a trabajar juntos, no solo durante las clases de música, sino en todas las materias. La directora, a su vez, empezó a alabar a Ricardo por su increíble forma de manejar la situación y por convertir lo que parecía ser un problema en una oportunidad de aprendizaje.
Finalmente, los padres también notaron el cambio.
"¿Cómo hiciste, Ricardo?", le preguntó una mamá.
"Hice que se dieran cuenta de que juntos pueden ser mucho más fuertes y creativos", respondió el maestro con una sonrisa.
Y así, con paciencias y mucha creatividad, Ricardo logró que sus alumnos crecieran no solo como estudiantes, sino también como amigos. La música no solo llenó su aula, sino también sus corazones, convirtiendo cada desafío en una nueva melodía de aprendizaje y camaradería.
FIN.