El cambio de Saúl



Había una vez en un pequeño colegio de Buenos Aires, un niño llamado Saúl. Saúl era un chico muy inquieto y a veces podía ser algo impulsivo.

Un día, durante el recreo, mientras jugaba con sus amigos en el patio, uno de ellos accidentalmente tocó su pierna al pasar corriendo. Saúl se enfadó mucho y sin pensar dos veces le pegó a su amigo y comenzó a gritarle.

El compañero quedó sorprendido y triste por la reacción de Saúl. La maestra del curso, la señorita Laura, que había observado toda la escena desde lejos, rápidamente intervino para calmar los ánimos. - ¡Saúl! -exclamó la maestra con voz firme pero cariñosa-.

¿Qué te ha pasado? No está bien reaccionar así ante una situación como esta. Todos cometemos errores y es importante aprender a controlarnos. Saúl bajó la mirada avergonzado por su comportamiento y respondió tímidamente: "Lo siento, señorita Laura".

La maestra aprovechó este momento para enseñarles a todos una valiosa lección sobre el respeto y cómo tratar bien a los amigos. - Chicos -dijo ella-, es normal sentirnos molestos cuando alguien nos hace daño o nos incomoda involuntariamente.

Pero debemos recordar que la violencia no es la solución adecuada. En lugar de reaccionar agresivamente, podemos hablar sobre nuestros sentimientos o buscar ayuda de un adulto responsable. Los niños asintieron con atención mientras escuchaban las palabras sabias de su querida maestra.

- También es importante recordar que todos merecemos respeto. Si alguien nos ha hecho daño, podemos expresar nuestro descontento de manera pacífica y pedirle a esa persona que no lo vuelva a hacer.

De esa forma, construiremos una relación más sana y amigable. Saúl se dio cuenta de su error y sintió remordimiento por haber herido a su amigo. Decidió disculparse sinceramente con él. - Perdón, Martín -dijo Saúl con voz apenada-. No debería haberte pegado ni gritarte.

Me dejé llevar por la rabia en vez de hablar contigo sobre cómo me sentí cuando me tocaste sin querer.

Martín aceptó la disculpa de Saúl y ambos se dieron un abrazo, sellando así una nueva oportunidad para ser buenos amigos. Desde aquel día, Saúl aprendió a controlar sus impulsos y a comunicarse mejor con sus compañeros. La maestra Laura siempre estuvo allí para guiarlo en el camino del respeto y la empatía.

Con el tiempo, Saúl se convirtió en un ejemplo para los demás niños del colegio. Comenzaron a resolver sus conflictos mediante el diálogo y aprendieron juntos el valor de tratar bien a los amigos.

Y así fue como esta pequeña historia enseñó una gran lección: que todos cometemos errores, pero lo verdaderamente importante es aprender de ellos y crecer como personas respetuosas y comprensivas hacia los demás.

FIN.

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