El Cambio de William



William era un niño de 9 años que vivía en un barrio tranquilo. Tenía un gatito llamado Miau que fue un regalo de cumpleaños. Al principio, William estaba muy emocionado por tener a su pequeño compañero, pero con el tiempo, la emoción se fue desvaneciendo y empezó a descuidarlo.

Miau pasaba gran parte del día solo en casa, a veces olía a comida, a veces a juego, pero muchas veces sólo se acurrucaba en un rincón, esperando a que su dueño lo atendiera. William no le daba suficiente atención; a menudo se olvidaba de alimentarlo y jugar con él.

Una tarde, mientras William estaba sentado en el sofá, su mamá entró y le dijo:

"William, ¿por qué no has alimentado a Miau hoy?"

"Ay, no me acordé, mamá. Solo estaba mirando televisión."

Su mamá lo miró con un poco de preocupación y insistió:

"William, recordar cuidar de Miau es importante. Es una responsabilidad tener una mascota."

William solo rodó los ojos, pensando que podía volver a enfocarse en su programa.

Unas semanas después, mientras jugaba afuera, William vio un grupo de niños divertirse con sus mascotas. Había perros que jugaban a buscar la pelota y gatos que se acurrucaban junto a sus dueños. Sintió un pequeño nudo en su estómago al pensar en cómo se había estado comportando con Miau.

"¿Por qué no traigo a Miau?" se preguntó mientras miraba a los animales jugar.

Corrió a casa y, aunque al principio estaba un poco nervioso, decidió que era el momento de cambiar. Sintió que su corazón se llenaba de energía cuando llamó a su gatito:

"¡Miau! ¡Ven aquí! ¡Vamos a jugar!"

Al principio, Miau lo miró con desdén, como si respondiera con un '¿A mí?' Pero cuando William se agachó y le ofreció un juguete de cuerda, su gatito no pudo resistirlo. Miau saltó y empezó a jugar como un loco.

Desde ese día, William se comprometió a cuidar de Miau. Pasaba las tardes jugando con él, le daba de comer a tiempo, e incluso le había construido un pequeño rascador con cajas de cartón y cuerda.

Una tarde, mientras los dos disfrutaban del sol en el patio, William se dio cuenta de algo importante. Se dio vuelta y le habló a Miau:

"¿Sabías que ahora me siento mucho mejor? No solo por jugar, sino porque ahora te cuido como un buen dueño."

Miau, mientras se estiraba al sol, parecía estar de acuerdo.

William nunca olvidó la alegría que le daba su amigo animal. Así que decidió que se encargaría de su gatito todos los días. Con cada abrazo, cada momento compartido, se daba cuenta de que tener una mascota era algo maravilloso, no solo por la compañía, sino por el amor que era capaz de dar.

Y así, el niño que antes olvidaba cuidar a su mascota se convirtió en un gran amigo para Miau, y su vínculo se volvió más fuerte de lo que jamás imaginó. Desde entonces, siempre recordaba con una gran sonrisa:

"Cuidar de un amigo es la mejor aventura que se puede tener."

FIN.

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