El Cambio del Señor Ratero
Había una vez un señor llamado Ratero, que no era muy querido en su barrio. Era conocido por ser un ladrón y siempre estaba en busca de cosas que robar. Un día, decidió que era hora de hacer un gran golpe.
"Hoy me voy a llevar las joyas del vecino y las llaves del coche", se dijo a sí mismo mientras se acercaba a una casa lujosa.
Con cuidado, Ratero entró en la casa sin que nadie lo viera. Estaba buscando las joyas, cuando de repente, oyó un ruido.
– ¡Es el dueño de la casa! – pensó aterrorizado.
Sin perder tiempo, tomó joyas y las llaves del coche y salió corriendo justo cuando el dueño entró al salón.
Al escapar, no sabía a dónde ir, así que decidió esconderse en una casa en el bosque cercano. Una vez dentro, vio una pistola. A Ratero le parecía que la necesitaba para —"protegerse" .
– ¡Esto me hará invencible! – exclamó, sin pensar en qué podría hacer con ella. Pero justo cuando estaba a punto de salir, el dueño de la casa se apareció.
– ¡Alto ahí! – gritó.
Ratero, asustado, corrió hacia la puerta, pero el dueño lo alcanzó.
– ¡No te escapes, ladrón! – dijo el dueño mientras lo sujetaba.
Pero en lugar de llamar a la policía, el dueño decidió hablar con Ratero.
– ¿Por qué robas? ¿No hay otra forma de conseguir lo que querés? – preguntó.
Ratero, confundido, respondió:
– No tengo dinero, y pensé que robar sería más fácil.
– Escuchame – dijo el dueño de la casa. – Todos enfrentamos dificultades en la vida. Tal vez podamos ayudarte.
Ratero se sintió sorprendido, no esperaba esa respuesta.
– ¿De verdad? – preguntó con un tono esperanzado.
– Sí, – dijo el dueño. – Hay muchos trabajos en el pueblo, podrías empezar a trabajar con nosotros.
Ratero, sintiéndose inseguro, dudó un poco:
– No sé si puedo trabajar...
El dueño sonrió.
– Claro que podés. Todos cometemos errores, pero siempre hay una oportunidad para cambiar y hacerlo mejor.
Así fue como Ratero tuvo su segunda oportunidad. Aunque al principio le costó adaptarse a trabajar, poco a poco empezó a disfrutarlo.
Se encontró con gente amable que lo ayudó a aprender y a convertirse en una mejor persona.
Y aunque a veces sentía la tentación de robar, recordaba las palabras del dueño:
– Siempre hay un camino mejor.
Con el tiempo, Ratero se convirtió en un hombre respetable, ayudando a otros en necesidad y nunca olvidando su pasado como ladrón.
Así, el señor Ratero entendió que el verdadero valor no estaba en las joyas, sino en la honestidad, el trabajo y el apoyo de los demás. Y así, vivió feliz y en paz, redimiendo cada día sus viejas decisiones.
FIN.