El Camino a Casa de la Abuela



Era una mañana soleada de primavera, cuando dos hermanos, Mateo y Sofía, decidieron explorar el bosque que estaba detrás de su casa. Tenían un mapa antiguo que había encontrado su abuelo en el desván y, llenos de emoción, pensaron que sería una gran aventura llegar hasta la casa de su abuela, que vivía al otro lado del bosque.

"Mirá, Sofía, en este mapa dice que si seguimos el río, encontraremos un sendero que nos llevará directo a la casa de la abuela", dijo Mateo, señalando el dibujo.

"¡Qué emocionante! Vamos a buscar el río entonces!", respondió Sofía, con los ojos brillando de alegría.

Comenzaron a caminar, riendo y jugando, pero pronto se dieron cuenta de que el bosque era más grande de lo que habían imaginado. El sonido del río los guió durante un rato, pero luego, cuando el sol estaba en su punto más alto, decidieron parar un momento para descansar.

"¿Viste esa mariposa?" Sofía señaló una mariposa amarilla que volaba cerca.

"Sí, ¡es hermosa!", contestó Mateo, mientras la seguían con la mirada.

Cuando miraron a su alrededor nuevamente, se dieron cuenta de que habían perdido de vista el camino por donde habían venido. Todo se veía igual, árboles altos, arbustos y el murmullo del río que ahora parecía más lejano.

"Oh no, Sofía. Creo que estamos perdidos," dijo Mateo, un poco asustado.

"No te preocupes, Mateo. Solo necesitamos calmarnos y pensar con claridad," sugirió Sofía, intentando mostrar valentía.

Después de un rato de caminar sin rumbo, se encontraron con una señora mayor que estaba recolectando flores.

"Hola, chicos! ¿A dónde van tan lejos de casa?" preguntó la señora.

"Queremos llegar a la casa de nuestra abuela, pero nos hemos perdido," explicó Mateo.

"¡Ah! Eso pasa a menudo en este bosque. Les voy a dar un consejo: siempre sigan el sonido del agua. La corriente del río los llevará a un camino seguro. Pero recuerden, no se distraigan con las flores ni las mariposas, sino que manténganse enfocados en su objetivo," les advirtió la señora.

"¡Gracias!", exclamaron los niños al unísono, contentos de tener una pista.

Los niños decidieron seguir el sonido del río, recordando las palabras de la señora. Pero pronto, encontraron un lugar donde el río se separaba en dos caminos.

"¿Ahora qué hacemos?", preguntó Sofía, mirando a su hermano.

"Podemos tirar una piedra en cada camino y escuchar cuál sonidos más fuerte. El río más caudaloso quizás sea el correcto," sugirió Mateo.

Sofía asintió y tiraron una piedra en cada camino. Después de un momento, escucharon que el sonido del agua era más fuerte a la izquierda.

"¡Vamos por aquí!", gritó Mateo emocionado.

Siguieron el camino, pero la tarde comenzó a oscurecer, y de repente, una sombra se movió entre los árboles.

"Mateo, ¿viste eso?", murmuró Sofía, sintiéndose un poco asustada.

"Puede ser un animal. No debemos asustarnos, sigamos caminando. La abuela nos está esperando", respondió Mateo, tratando de sonar valiente aunque también estaba un poco nervioso.

Decidieron continuar hasta que lograron encontrar un claro luminoso. Allí, un grupo de animales del bosque los observaba curiosamente. Había un ciervo, un zorro y muchas aves.

"Hola, amigos del bosque!", saludó Sofía, olvidándose del miedo.

Los animales parecieron entender y comenzaron a guiarlos hacia un sendero iluminado por la luz de la luna que comenzaba a aparecer en el horizonte. Mateo y Sofía, siguiendo a los animales, se emocionaron con la idea de que seguramente estaban cerca de la casa de la abuela.

Tras un rato de caminar y jugar con los animales, finalmente llegaron a un pequeño sendero que atravesaba un grupo de flores y que se veía familiar.

"¡Creo que es el camino hacia la casa de la abuela!", gritó Mateo lleno de alegría.

"¡Corramos!", respondió Sofía entusiasmada.

Cuando caminaron un poco más, llegaron a la puerta de la casa de su abuela. La abuela, al escuchar el timbre, abrió la puerta con una gran sonrisa en el rostro.

"¡Mis pequeños aventureros! Estaba tan preocupada por ustedes!" los abrazó con fuerza.

"Abuela, te tenemos una historia increíble que contarte sobre cómo llegamos aquí", dijo Sofía mientras ambos se sentaban en la mesa donde había una rica merienda esperándolos.

Esa tarde, mientras disfrutaban de las galletitas de la abuela y contaban su aventura, aprendieron la importancia de mantenerse enfocados, seguir buenos consejos y no tener miedo de pedir ayuda. La naturaleza, aunque a veces intimidante, también les mostró amistades extraordinarias y que siempre podían contar el uno con el otro.

FIN.

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