El Camino a la Felicidad


Había una vez un chico llamado Juanito que era fanático del Club Atlético Boca Juniors. Desde muy pequeño, había soñado con ir a la cancha y ver jugar a su equipo favorito.

Sin embargo, sus padres no le permitían asistir a los partidos debido a su corta edad. Pero Juanito no se dejaba desanimar por eso. Siempre buscaba la manera de escaparse de casa para cumplir su sueño.

Una tarde, mientras sus padres estaban ocupados en el jardín, decidió aprovechar la oportunidad y escalar el muro que rodeaba su casa. El muro estaba lleno de vidrios rotos y afilados, pero eso no detuvo a Juanito.

Con mucho cuidado, escaló hasta llegar al borde superior del muro. Fue entonces cuando resbaló y se lastimó la mano con uno de los vidrios. Dolorido pero decidido, Juanito rápidamente buscó una solución para cubrir su herida.

Encontró un pañuelo de tela en el bolsillo de su pantalón y lo utilizó para vendarse la mano. Con valentía, continuó trepando hasta alcanzar el otro lado del muro. Una vez allí, corrió velozmente hacia el estadio donde se jugaría el partido de Boca Juniors esa tarde.

Al llegar al estadio La Bombonera, se encontraba abarrotado de hinchas emocionados que cantaban y animaban al equipo desde las gradas. El corazón de Juanito latía con fuerza mientras buscaba un lugar desde donde pudiera ver bien el partido.

En ese momento ocurrió algo sorprendente: uno de los guardias del estadio lo vio y se acercó a él. Juanito temblaba de miedo, pensando que sería castigado por haberse escapado de casa.

Pero para su sorpresa, el guardia le sonrió y le dijo: "Muchacho, veo que eres un fanático apasionado. Te daré la oportunidad de ver el partido desde un lugar especial". Juanito no podía creerlo.

El guardia lo guió hacia una zona donde había asientos reservados para los niños más pequeños. Desde allí, Juanito pudo disfrutar del partido como nunca antes. A medida que el juego avanzaba, Boca Juniors iba ganando terreno en el campo y marcaban gol tras gol.

La emoción y alegría de Juanito eran indescriptibles. Al finalizar el partido, los jugadores se acercaron a saludar a los hinchas y uno de ellos notó la mano vendada de Juanito. Conmovido por su valentía, le regaló su camiseta autografiada.

Lleno de felicidad y gratitud, Juanito volvió a casa saltando de alegría. Al llegar a su habitación, encontró a sus padres preocupados por su ausencia.

Con lágrimas en los ojos pero con una sonrisa en el rostro, les contó todo lo ocurrido aquel día: cómo había escalado el muro lleno de vidrios rotos, cómo se había lastimado la mano pero no se rindió y cómo fue recibido con amabilidad en el estadio. Sus padres quedaron impresionados por la determinación y pasión de su hijo.

A partir de ese día, comprendieron lo importante que era para él cumplir su sueño de ver a Boca Juniors en acción. Desde entonces, Juanito y sus padres comenzaron a ir juntos a los partidos.

Fue un momento de unión familiar y una lección para todos: no importa cuántos obstáculos se presenten en el camino, si tienes pasión y determinación, siempre podrás superarlos y alcanzar tus sueños.

Y así, Juanito aprendió que la perseverancia y el amor por lo que uno quiere pueden abrir puertas inesperadas hacia la felicidad. Y cada vez que miraba su mano vendada con aquel pañuelo de tela, recordaba la valentía que había demostrado ese día y sonreía con orgullo.

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