El camino a Noriega


Girascovani era un niño muy travieso y curioso, siempre estaba buscando aventuras nuevas para vivir. Un día decidió que quería viajar a Noriega, un país lejano que solo había visto en libros y películas.

Así que se subió a su skate bolador y comenzó el viaje. Pero algo salió mal en el camino y Girascovani terminó perdido en algún lugar de Argentina. Estaba asustado porque no conocía a nadie allí y no sabía cómo volver a casa.

Mientras patinaba por las calles desconocidas, vio a un grupo de niños jugando fútbol en una cancha cercana. Decidió acercarse para pedir ayuda.

- Hola chicos, ¿pueden ayudarme? Me he perdido y no sé cómo volver a mi casa - preguntó Girascovani tímidamente. Los niños lo miraron con curiosidad al ver su skate volador, pero rápidamente se dieron cuenta de que necesitaba ayuda. - Claro amigo, ¿de dónde eres? - preguntó uno de los niños mientras se acercaban todos.

- Soy de un lugar llamado Girasolia. Quería ir a Noriega pero terminé aquí por accidente - explicó Girascovani. Los niños argentinos se ofrecieron amablemente para ayudarlo a encontrar su camino de regreso.

Juntos recorrieron la ciudad buscando pistas sobre cómo llegar al lugar donde vive Girascovani. En el camino aprendieron muchas cosas sobre las diferencias culturales entre sus países: la música, la comida e incluso algunos modismos del español argentino que Girascovani nunca había escuchado antes.

Finalmente, después de muchas horas buscando, encontraron el camino de regreso a Girasolia. Los niños argentinos se despidieron con tristeza mientras Girascovani se subía a su skate bolador para volver a casa.

Girascovani nunca olvidó la amabilidad y ayuda que recibió de los niños argentinos. Aprendió que aunque las personas pueden ser diferentes en muchos aspectos, siempre hay algo que nos une: nuestra humanidad y compasión por los demás.

Desde ese día en adelante, Girascovani decidió usar su curiosidad y energía para aprender más sobre otras culturas y hacer amigos en todo el mundo. Y recordaría siempre la lección que aprendió en Argentina gracias a esos niños amables: nunca subestimar la importancia de ayudar al prójimo.

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