El camino de Berta



Había una vez una niña llamada Berta, a quien le encantaba andar en bicicleta. Todos los días salía con su bicicleta rosada y su camiseta verde a explorar el vecindario.

Era una niña muy aventurera y siempre encontraba algo nuevo para descubrir. Un día soleado, Berta decidió ir más allá de las calles conocidas y aventurarse por un camino desconocido. Pedaleaba felizmente mientras disfrutaba del viento en su rostro y el canto de los pájaros.

Pero de repente, al tratar de esquivar una piedra en el camino, perdió el equilibrio y se cayó aparatosamente. Berta sintió un fuerte dolor en su pierna derecha.

Se levantó con dificultad, pero se dio cuenta de que no podía apoyarla sin sentir aún más dolor. Su corazón se llenó de tristeza porque sabía que había roto su pierna. En ese momento apareció Pedro, un niño del vecindario que también amaba andar en bicicleta.

Al ver a Berta herida, corrió hacia ella preocupado. "¡Berta! ¿Estás bien? ¡Voy a buscar ayuda!", exclamó Pedro angustiado. Mientras tanto, Berta se sentó junto a su bicicleta rosada y miró hacia abajo con lágrimas en los ojos.

Estaba desanimada por la lesión y temía que no pudiera volver a andar en bicicleta como antes. Pero justo cuando pensaba que todo estaba perdido, apareció Marta, una anciana muy sabia del vecindario.

Se acercó tranquilamente a Berta y le dijo:"Querida Berta, sé que ahora te sientes triste y desanimada, pero recuerda que las dificultades son solo parte de la vida. A veces nos caemos para aprender a levantarnos más fuertes".

Berta miró sorprendida a Marta, quien continuó diciendo:"Tienes una gran fortaleza dentro de ti, Berta. Esta lesión no define quién eres ni lo que puedes lograr. Solo necesitas creer en ti misma y tener paciencia". Las palabras de Marta resonaron en el corazón de Berta.

Aunque todavía sentía dolor en su pierna rota, decidió no dejarse vencer por la adversidad. Con el tiempo, Berta comenzó su recuperación con ayuda de los médicos y fisioterapeutas. Aunque fue un proceso lento y difícil, ella se mantuvo positiva y perseverante.

Mientras tanto, Pedro se aseguraba de visitarla todos los días para animarla y contarle historias sobre sus aventuras en bicicleta. Juntos soñaban con volver a andar juntos por las calles del vecindario.

Después de meses de esfuerzo y dedicación, llegó el día en que Berta recibió permiso para volver a montar su bicicleta rosada. Con una mezcla de emoción y nerviosismo, se subió a ella con cuidado. Pedro estaba allí esperando ansioso junto a su propia bicicleta verde.

"¡Vamos Berta! ¡Estoy seguro de que podrás hacerlo!", exclamó Pedro emocionado. Y así fue como ambos amigos pedalearon juntos por las calles nuevamente, llenando el vecindario con risas y alegría.

Berta había aprendido que las caídas no significan el fin, sino una oportunidad para crecer y superarse. Desde aquel día, Berta inspiró a otros niños del vecindario a no rendirse ante los obstáculos y a luchar por sus sueños.

Aprendieron que aunque la vida pueda ser difícil en ocasiones, siempre hay una forma de seguir adelante si tenemos fe en nosotros mismos. Y así, la historia de Berta se convirtió en un ejemplo de valentía y perseverancia para todos los niños del vecindario.

FIN.

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