El camino de Jamie



Era un día soleado en el barrio de La Esperanza y los niños de la escuela primaria estaban ansiosos por salir a jugar. Jamie, un niño de diez años que era ciego, se sentía igual de emocionado que sus compañeros. Cada tarde, su madre lo esperaba en la puerta de la escuela para llevarlo a casa, pero ese día algo diferente estaba por suceder.

"Mamá, ¿cuándo vas a llegar?" - preguntó Jamie mientras escuchaba el bullicio de sus amigos que corrían y reían a su alrededor.

Su madre, que siempre lo recogía, le había dicho antes de salir que tenía un compromiso y no podría ir. La idea de irse solo era un poco aterradora, pero Jamie había aprendido muchas cosas sobre su entorno y cómo orientarse. Tenía su bastón blanco y confiaba en sus habilidades.

"Está bien. Puedo irme solo, sé el camino" - se dijo a sí mismo. Con el corazón latiendo con fuerza, decidió que no iba a esperar más y salió de la escuela.

Mientras caminaba, Jamie utilizaba su bastón para escuchar el mundo a su alrededor. Sentía la textura de la vereda bajo sus pies, escuchaba el canto de los pájaros y el sonido de los coches en la distancia. Hacía un frío leve, y el aire tenía un olor a tierra húmeda, que le gustaba. Estaba listo para el desafío.

De repente, mientras analizaba su entorno, se topó con un pequeño perro que estaba ladrando. Jamie se detuvo, sintiendo que estaba cargando un poco de miedo.

"Hola, perrito. No te preocupes, estoy bien" - le dijo con suavidad al animal, que parecía confundido.

Con un poco de valentía, Jamie lo tocó. El perro respondía moviendo su cola, y eso lo animó. Pensó que, si bien no podía ver, podía sentir. Así que decidió seguir adelante, ahora en compañía del pequeño perro, al que decidió llamar “Rastro”.

De pronto, al girar en una esquina, Jamie escuchó un gran revuelo. Estaba en una zona que no había recorrido antes y no sabía cómo llegar a casa. La inseguridad lo invadió por un momento.

"¿Dónde estoy, Rastro?" - preguntó, notando que sus manos empezaban a sudar.

El perrito pareció entender su preocupación y empezó a ladrar y correr en círculos. Jamie, siguiendo el sonido de sus patas, se sintió un poco más tranquilo. A medida que avanzaban, Rastro corría hacia un árbol, y eso despertó algo en Jamie. Recordó que cerca de esa zona, había un parque que conocía de memoria. Así que, a pesar de la confusión, se puso en marcha hacia ese lugar.

Caminó con paso firme y ayudado por el sonido del viento y las voces de las personas que pasaban. Finalmente, cuando llegó al parque, se sintió aliviado. Las risas de otros niños y el sonido de los columpios lo hicieron sentir en casa.

Entonces, escuchó una voz familiar. Era un amigo de la escuela, Lucas, que había llegado al parque con su familia.

"¡Jamie! ¿Qué haces aquí solo?" - preguntó Lucas, algo sorprendido.

"Vine a casa, pero no sé si estoy cerca. Mi mamá no pudo venir hoy" - explicó el niño con sinceridad.

"¡No te preocupes! Puedo llevarte. Mi casa está cerca de la tuya" - dijo Lucas, sonriendo amigablemente.

Los dos chicos emprendieron el camino juntos. Lucas hacía comentarios sobre lo que había a su alrededor, describiendo colores, formas y sonidos. Jamie sonreía. La compañía de su amigo le daba tranquilidad.

Al llegar cerca de la casa de Jamie, Lucas le dijo, "La casa de tu mamá ya está a la vista, Jamie. ¡Lograste llegar!" - con entusiasmo.

"Gracias, Lucas. La próxima vez tendré más confianza en ir solo" - respondió Jamie, lleno de gratitud.

Cuando llegó a casa, su mamá lo estaba esperando preocupada.

"¡Jamie! ¡Me alegra tanto que hayas llegado bien!" - exclamó su madre al abrazarlo.

"Lo hice, mamá. Fui solo y me ayudó un perro y luego Lucas" - contó emocionado.

Su madre lo miró con orgullo. "Eres muy valiente, Jamie. Pero siempre que necesites ayuda, no dudes en pedirla, porque nunca estás solo. Siempre vas a poder contar con tus amigos y tu familia".

Desde ese día, Jamie aprendió que aunque las cosas pueden parecer difíciles al principio, hay una red de apoyo que siempre está disponible. A veces, un poco de valentía y confianza es todo lo que se necesita para seguir adelante. Y siempre, lo más importante de todo, es que la ayuda aparece cuando menos te lo esperas, justo como lo hizo Rastro y Lucas.

FIN.

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