El camino de la amistad
Había una vez una niña llamada Sofía, que tenía una discapacidad en sus piernas y caminaba con la ayuda de muletas.
Aunque era muy inteligente, amable y divertida, algunos de sus compañeros de escuela no la aceptaban por ser diferente. Un día, durante el recreo, Sofía decidió correr un poco para demostrarles a todos que podía hacerlo. Con mucho esfuerzo y valentía, comenzó a dar pequeños pasos rápidos mientras sostenía sus muletas.
Pero, desafortunadamente, tropezó con una piedra y cayó al suelo. Todos los niños se acercaron asustados para ver qué había sucedido. Sofía estaba llorando de dolor y se había lastimado gravemente el tobillo.
La maestra rápidamente llamó a la ambulancia para llevarla al hospital. En el hospital, los médicos examinaron a Sofía y le dijeron que tendrían que operarla para reparar su tobillo roto. Ella estaba muy asustada pero también determinada a recuperarse lo más rápido posible.
Durante su estadía en el hospital, Sofía conoció a Lucas, otro niño que también estaba allí por un accidente en bicicleta.
A pesar de estar enyesado hasta las rodillas, Lucas siempre tenía una sonrisa en su rostro y contagiaba alegría a todos los demás pacientes. Lucas le enseñó a Sofía que cada obstáculo puede superarse si se tiene paciencia y confianza en uno mismo.
Juntos jugaron juegos de mesa, leyeron libros y compartieron historias divertidas durante todo el tiempo que estuvieron en el hospital. Después de algunas semanas, Sofía finalmente pudo regresar a la escuela. Pero esta vez, algo había cambiado.
Sus compañeros habían visto cómo había luchado y se había recuperado después del accidente, y ahora la miraban con admiración en lugar de burlarse de ella. Un día, durante una clase de educación física, el profesor propuso un juego de fútbol adaptado para todos los alumnos. Sofía fue elegida como capitana del equipo junto a su nuevo amigo Lucas.
El partido fue emocionante y todos los niños se divirtieron mucho. Sofía demostró que no importa cuál sea tu condición física, lo importante es participar y disfrutar del deporte.
Después del partido, los compañeros de Sofía se acercaron a felicitarla por su valentía y determinación. Ahora entendían que ser diferente no era algo malo, sino una oportunidad para aprender y crecer juntos.
Desde ese día, todos los niños valoraron las habilidades únicas que cada uno tenía y aprendieron a aceptar las diferencias entre ellos. Ya no existían exclusiones ni burlas en la escuela; solo amistad y respeto hacia todos sus compañeros. Sofía se convirtió en una inspiración para muchos otros niños con discapacidades.
Su historia recordaba a todos que nunca hay que rendirse ante los obstáculos y siempre hay una manera de superarlos. Y así vivieron felices en un mundo donde la diversidad era celebrada y donde nadie era excluido por ser diferente.
FIN.