El camino de la amistad



Había una vez un niño llamado Ángel que estaba muy emocionado por su primer día de asistencia a la escuela. Se levantó temprano, se puso su uniforme y desayunó con entusiasmo.

Al llegar a la escuela, Ángel se encontró con otros niños que también estaban nerviosos pero emocionados. La maestra, la señorita Laura, les dio la bienvenida y los invitó a entrar al salón de clases.

Ángel tomó asiento junto a sus nuevos compañeros de clase y pronto comenzaron las actividades del día. La señorita Laura les enseñaba números, letras y cómo escribir su nombre en el pizarrón.

Después del recreo, llegó el momento más emocionante para Ángel: ¡la hora de contar cuentos! La señorita Laura sacó un libro grande y colorido y empezó a leerles una historia sobre un valiente caballero que salvaba princesas. Ángel estaba tan absorto en la historia que no se dio cuenta cuando sonó el timbre del final de clases.

Todos los niños salieron corriendo hacia sus casas, pero Ángel se quedó sentado en su silla sin saber qué hacer.

La señorita Laura se acercó preocupada y le preguntó:-¿Qué te pasa, Ángel? ¿Por qué no te vas a casa? Ángel miró tristemente alrededor y respondió:-Es que... no sé cómo volver. Vivo muy lejos y nunca he venido solo. La maestra comprendió la situación y decidió ayudar a Ángel. Juntos caminaron hasta encontrar una parada de autobús cercana.

La señorita Laura le explicó cómo tomar el autobús correcto y qué hacer cuando llegara a su parada. Ángel se sentía un poco asustado, pero confiaba en la señorita Laura.

Se despidió de ella con un abrazo y subió al autobús con valentía. El viaje fue emocionante para Ángel, quien observaba por la ventana mientras el paisaje cambiaba rápidamente. Finalmente, llegaron a su parada y Ángel bajó del autobús. Miró a su alrededor y no reconoció nada.

Estaba perdido en una calle desconocida y no sabía cómo regresar a casa.

De repente, escuchó una voz amigable que lo llamaba desde un jardín cercano:-¡Oye, niño! ¿Necesitas ayuda? Ángel corrió hacia la voz y encontró a un anciano amable sentado en un banco. El anciano le preguntó dónde vivía y Ángel le contó sobre su primer día de escuela y cómo se había perdido. El anciano sonrió comprensivamente y dijo:-No te preocupes, pequeño.

Yo sé cómo llegar hasta allá. Ven conmigo. Ángel siguió al anciano mientras caminaban por calles conocidas hasta llegar a la puerta de su casa. Los padres de Ángel estaban muy preocupados pero se alegraron mucho al verlo sano y salvo.

Agradecieron al anciano por ayudar a su hijo e invitaron tanto a él como a la señorita Laura para cenar esa noche como muestra de gratitud. Desde ese día, Ángel siempre supo cómo volver a casa después de la escuela.

Y aunque su primer día fue un poco complicado, aprendió que siempre hay alguien dispuesto a ayudar cuando más lo necesitas.

Y así, Ángel continuó asistiendo a la escuela con entusiasmo y valentía, haciendo nuevos amigos y aprendiendo cosas nuevas cada día.

FIN.

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