El Camino de la Carpeta Mágica



Érase una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Lucas que amaba explorar. Cada mañana, salía de su casa con una mochila llena de sorpresas: hojas secas, piedras de colores y pequeños objetos que encontraba en su camino. Su sueño era armar una carpeta especial que reflejara todas sus aventuras.

Un día, cuando Lucas salió de su casa, decidió que hoy sería un día especial.

"- Hoy, haré una carpeta que cuente mi historia!", se dijo emocionado.

Mientras caminaba por el sendero del bosque, encontró una hoja dorada.

"- ¡Qué hermosa! Esta hoja será la primera faro de mi carpeta", pensó Lucas y la guardó con cuidado.

Un poco más adelante, conoció a una mariposa de colores brillantes que volaba de un lado a otro.

"- Hola, mariposa! ¿Te gustaría acompañarme esta mañana?", preguntó Lucas sonriendo.

La mariposa revoloteó alrededor de Lucas, como si dijera que sí. Así, juntos continuaron su camino. De repente, escucharon un lamento cerca de un árbol.

"- ¿Qué es eso?", se preguntó Lucas.

Al acercarse, vieron a un pequeño pájaro atrapado en una ramas.

"- ¡Pobrecito! Debemos ayudarlo!", exclamó Lucas.

Con mucha delicadeza, logró liberar al pájaro.

"- ¡Gracias, niño!", chirrió el pájaro, "- Te debo una, y por cierto, ¡me encantaría ser parte de tu carpeta!"

"- Claro! Puedes ser la voz de mis aventuras!", respondió Lucas feliz, y el pájaro voló a su lado como un amigo más.

Después de un rato, Lucas y la mariposa llegaron a un estanque donde el agua reflejaba el cielo. Al mirar con atención, Lucas vio una piedra brillante en el fondo.

"- ¡Esa piedra sería perfecta para mi carpeta!", dijo Lucas emocionado.

Pero, justo cuando intentó alcanzarla, una rana saltó.

"- ¡Espera!", dijo la rana, "- Esa piedra es mágica, sólo puedes tomarla si decides compartir tu historia".

"- Me encanta contar historias! Tengo tantas para compartir!", respondió Lucas alegremente.

"- Entonces, cuéntame una y la piedra será tuya", insistió la rana.

Lucas se sentó en la orilla y comenzó a hablarle de su día:

"- Hoy encontré una hoja dorada y ayudé a un pájaro atrapado...".

Mientras relataba su historia, la rana escuchaba atentamente. Al finalizar, la rana aplaudió con sus patas.

"- ¡Qué maravillosa historia! Aquí tienes, la piedra es tuya. Siempre y cuando nunca dejes de contar historias", dijo la rana, entregándole la piedra brillante.

Lucas sonrió y, lleno de alegría, continuó su camino. Al llegar a casa, trabajó cuidadosamente en su carpeta. Pegó la hoja dorada, dibujó al pájaro y escribió su historia junto a la piedra brillante.

Cuando terminó, contempló su obra maestra.

"- ¡Mirá qué hermosa me quedó!", dijo Lucas orgulloso.

Su madre se acercó y sonrió al ver la carpeta:

"- ¡Es espectacular, Lucas! Me encanta cómo reflejas tu camino. ¿Te gustaría mostrarme tu recorrido?"

"- ¡Sí!", dijo él emocionado. Y así, Lucas tomó su carpeta y comenzó a relatar cada aventura que había vivido ese día.

Desde ese momento, cada vez que salía a explorar, llevaba consigo su carpeta. Ya no sólo recolectaba objetos, sino que también contaba sus historias, compartiendo magia y aprendizajes con amigos y familiares.

Y así, el pequeño Lucas comprendió que el verdadero valor de sus aventuras no eran los objetos que recolectaba, sino las historias que contaba y las conexiones que hacía con los demás.

FIN.

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