El camino de la esperanza



. Matías estaba muy emocionado por ver a su amigo José. Habían planeado pasar la noche jugando videojuegos y comiendo pizza, como hacían cada fin de semana.

Pero cuando salió de su casa, se dio cuenta de que la noche estaba realmente oscura. No había ni una sola luz encendida en la calle y eso lo asustó un poco.

"Parece que va a ser una noche muy oscura" - pensó Matías mientras caminaba hacia la casa de José. Pero no llegó muy lejos. Apenas había dado unos pocos pasos cuando sintió algo extraño debajo de sus pies. De repente, perdió el equilibrio y cayó al suelo.

"¡Ay! ¿Qué fue eso?" - se quejó Matías mientras intentaba ponerse en pie. Se dio cuenta entonces de que había tropezado con una piedra grande y afilada que estaba oculta en medio de la oscuridad.

Se frotó el tobillo dolorido y se quedó allí parado, sin saber qué hacer. Fue entonces cuando escuchó un ruido extraño detrás suyo. Se giró rápidamente pero no vio nada más allá del manto oscuro de la noche. "¿Hay alguien ahí?" - preguntó con voz temblorosa.

No hubo respuesta, pero el ruido seguía sonando cada vez más fuerte. Matías empezaba a sentirse muy asustado ahora, así que decidió correr hasta la casa de José para refugiarse allí.

Sin embargo, no logró dar ni un solo paso antes de caer nuevamente al suelo esta vez golpeando fuertemente su cabeza contra otra piedra. "¡Ouch! Esto duele mucho" - dijo Matías mientras se tocaba la cabeza adolorida. Aunque intentó levantarse, no logró hacerlo.

Se sentía muy mareado y su vista se nublaba cada vez más. Todo parecía estar girando a su alrededor. Fue entonces cuando escuchó una voz dulce que le hablaba desde la oscuridad:"Tranquilo, niño. Estás herido pero no estás solo".

Matías se sintió reconfortado por esa voz amable y dejó que lo guiara hacia un lugar seguro. Luego de varios minutos de caminar juntos, llegaron a una pequeña casa iluminada por velas. "¿Dónde estamos?" - preguntó Matías todavía confundido.

La mujer sonrió y le respondió con calma:"Estás en mi hogar, pequeño. Soy una sanadora y te he traído aquí para curarte las heridas". Matías empezó a sentirse mejor inmediatamente después de que la sanadora lo atendiera.

Ya no tenía dolor en el tobillo ni en la cabeza, y su vista volvía a ser clara otra vez. "Muchas gracias por ayudarme" - dijo Matías con gratitud mientras se ponía de pie para irse.

Pero antes de salir, la sanadora le dio un consejo importante:"Recuerda siempre esto: aunque haya oscuridad en tu camino, nunca debes perder la esperanza ni el valor para seguir adelante".

Y así fue como Matías aprendió una valiosa lección esa noche: nunca hay que subestimar los peligros ocultos en medio de la oscuridad, pero tampoco hay que perder la fe en que siempre habrá alguien dispuesto a ayudarnos a superarlos.

FIN.

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