El Camino de la Libertad y el Libertinaje



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Serenidad, dos amigos inseparables: Lucas y Mateo. Ambos eran niños muy curiosos, pero tenían formas muy diferentes de entender la libertad.

Un día, su maestra, la Señora Luz, les habló sobre la importancia de la libertad y cómo es un derecho de todos, pero también destacó la responsabilidad que viene con ella. "Libertad no es hacer lo que quieras sin pensar en los demás", les dijo.

Con la mente llena de ideas, Lucas y Mateo decidieron explorar este concepto. Lucas quería probar la libertad de una manera más responsable, mientras que Mateo se sentía atraído por la idea de hacer lo que se le antojara, sin reglas ni límites.

"Che, Lucas, ¿y si hacemos lo que queramos hoy? Vamos a la plaza y nos olvidamos de todo", propuso Mateo con emoción.

"No sé, Mateo. Tal vez deberíamos pensar en nuestras responsabilidades primero", respondió Lucas.

Pero la curiosidad de Mateo era contagiosa y, al final, Lucas accedió. Juntos, fueron a la plaza. Allí, Mateo decidió que era momento de correr por todas partes, saltar, y hacer todo lo que quisiese. Lucas, aunque se sintió un poco incómodo, lo siguió.

Pasaron el rato jugando y, de repente, Mateo comenzó a hacer trucos peligrosos en un columpio. Lucas lo observaba con preocupación.

"¡Cuidado! ¡Eso no es seguro!", gritó Lucas.

"Vamos, Lucas, esto es libertad. ¡Nadie me puede decir qué hacer!", le contestó Mateo, riendo.

Al ver a su amigo tan emocionado, Lucas no quiso ser aguafiestas y lo dejó seguir. Pero pronto, Mateo se cayó del columpio y se rasguñó la rodilla.

"¡Au! ¡Esto duele!", exclamó Mateo, mientras se sentaba en el suelo.

Lucas corrió hacia él y se preocupó.

"Te dije que tenías que tener cuidado. La libertad también implica cuidarte a vos mismo", le dijo Lucas mientras le ayudaba a levantarse.

Mateo, un poco avergonzado, se dio cuenta de que su idea de la libertad había tenido un efecto negativo. Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse. "Está bien, Lucas. Tal vez hice una locura. Pero no quiero que me digas que no puedo hacer nada. ¡Quiero ser libre!"

"Y podés ser libre, pero también tenés que respetar ciertos límites, Mateo. La seguridad y la amistad son importantes", argumentó Lucas.

Mateo asintió, tocándose la rodilla dolorida. Ambos decidieron regresar a casa, reflexionando sobre lo que había sucedido.

Al día siguiente, en la escuela, la Señora Luz les preguntó sobre su aventura.

"¿Qué aprendieron sobre la libertad?", preguntó.

Lucas, levantando la mano, dijo: "Descubrimos que la libertad es buena, pero también hay que tener cuidados y responsabilidades. No todo lo que parece divertido es seguro."

Mateo sonrió, orgulloso de su amigo, y añadió: "Sí, y debes pensar en los demás. ¡La verdadera libertad también incluye cuidar a tus amigos!"

La señora Luz aplaudió. "¡Excelente, chicos! Exactamente eso es. La libertad es un hermoso regalo, pero siempre debemos acompañarla de responsabilidad y respeto por los demás."

Desde ese día, Lucas y Mateo empezaron a explorar la libertad de manera diferente. Juntos, organizaron juegos seguros y actividades que incluían a todos sus amigos. Pronto, el pueblo de Serenidad se convirtió en un lugar donde todos podían disfrutar de la libertad, cuidándose unos a otros.

Así, los dos amigos aprendieron que la verdadera libertad no significa deshacerse de las reglas, sino encontrar un equilibrio entre hacer lo que amas y cuidar de los demás. Y el camino hacia la libertad, como un hermoso sendero, siempre está lleno de aventuras, aprendizajes y, sobre todo, amistad.

FIN.

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