El camino de la sabiduría



Había una vez un niño llamado Mateo, que siempre estaba ansioso por explorar el mundo que lo rodeaba.

A pesar de las advertencias de sus padres sobre no salir solo de casa, Mateo desobedecía constantemente y se aventuraba por los alrededores sin pedir permiso. Un día, como cualquier otro, Mateo decidió salir a jugar al parque cerca de su casa. Sin embargo, esta vez fue diferente.

El sol comenzó a ponerse y el niño se dio cuenta de que se había alejado demasiado y ya no reconocía el camino de regreso. Entró en pánico y corrió en todas direcciones tratando de encontrar su hogar, pero todo lucía igual y no sabía qué hacer.

Después de un rato buscando sin éxito, Mateo se sentó en un banco del parque con lágrimas en los ojos. En ese momento escuchó una voz suave que le dijo: "¿Estás perdido, amiguito?".

Mateo levantó la mirada y vio a una anciana sonriente que caminaba con un bastón. "Sí, estoy perdido", respondió Mateo entre sollozos. La anciana se sentó a su lado y le preguntó dónde vivía.

Mateo le explicó cómo era su casa y la anciana reconoció el lugar. Con paciencia, la mujer guio a Mateo de regreso a su hogar mientras charlaban sobre la importancia de seguir las reglas para mantenerse seguro.

Al llegar a la puerta de la casa de Mateo, sus padres lo recibieron con abrazos y lágrimas de alivio. Estaban felices de verlo sano y salvo después del susto que les había hecho pasar. "Mateo, ¿qué te dije sobre salir solo?", reprendió su mamá mientras lo abrazaba fuertemente.

El niño bajó la mirada avergonzado y pidió disculpas por desobedecer las reglas. Sus padres aprovecharon esa oportunidad para hablar seriamente con él sobre las consecuencias peligrosas que podrían haber ocurrido al aventurarse solo sin permiso.

A partir de ese día, Mateo entendió la importancia de ser responsable y respetar las normas establecidas por sus padres para mantenerse seguro.

Aprendió que aunque explorar es emocionante, siempre es fundamental contar con la supervisión adecuada para evitar situaciones peligrosas como la que vivió aquel día en el parque. Desde entonces, cada vez que salía a jugar o explorar nuevos lugares, siempre pedía permiso a sus padres y seguía sus consejos para disfrutar del mundo exterior sin correr riesgos innecesarios.

Y así, Mateo creció siendo un niño más consciente y responsable gracias a esa experiencia inolvidable que lo marcó para siempre.

FIN.

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