El camino de la supervivencia


Mariana caminaba por la pradera, observando las flores y los árboles, cuando de repente se dio cuenta que estaba perdida. Miró a su alrededor y no reconocía nada de lo que veía. Se sintió asustada y sola.

-¿Qué voy a hacer ahora? -se preguntó Mariana en voz alta. Justo en ese momento, escuchó un sonido extraño detrás de ella. Se dio vuelta y vio una tortuga caminando lentamente hacia ella.

-Hola pequeña tortuga -dijo Mariana con una sonrisa-. ¿Me puedes ayudar a encontrar mi camino? La tortuga levantó su cabeza y la miró con sus grandes ojos oscuros. Luego, comenzó a moverse más rápido, como si quisiera guiarla.

Mariana siguió a la tortuga durante horas mientras caminaban por el bosque, atravesaban arroyos y esquivaban rocas. La pequeña tortuga parecía conocer el camino perfectamente bien. Finalmente llegaron a un claro donde había una casita hecha de ramitas y hojas secas.

La tortuga se detuvo frente a la puerta y golpeó tres veces con su caparazón. De repente, apareció un anciano amable que llevaba un bastón en una mano y una taza de té en la otra. -Hola niña -dijo el anciano-.

¿Cómo puedo ayudarte? -Me perdí en la pradera -explicó Mariana-. Pero esta pequeña tortuga me trajo aquí para pedir ayuda. El anciano sonrió gentilmente mientras le ofrecía una taza de té caliente.

-Oh sí, esa es mi amiga la tortuga -dijo él-. Siempre está dispuesta a ayudar a alguien en necesidad.

¿Quieres quedarte aquí por un tiempo hasta que encuentres tu camino de regreso? Mariana aceptó encantada y pasó varios días aprendiendo de las enseñanzas del anciano, quien le enseñó cómo sobrevivir en la naturaleza, cómo construir refugios y cómo distinguir entre plantas venenosas y comestibles. Finalmente, Mariana se sintió lista para volver a casa.

El anciano le dio algunas provisiones para el camino y la tortuga decidió acompañarla durante su viaje. Cuando llegaron al borde del bosque, Mariana abrazó a la pequeña tortuga con cariño. -Gracias por todo lo que has hecho por mí -dijo Mariana-. Nunca olvidaré nuestra aventura juntos.

La tortuga simplemente sonrió y desapareció lentamente en el bosque. Mariana siguió caminando hacia su hogar con una sensación de gratitud y felicidad en su corazón. Sabía que había aprendido mucho gracias a esa pequeña tortuga y al sabio anciano del bosque.

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