El camino de la valentía y el amor



Lya era una niña curiosa y valiente que vivía en Jerusalén. A pesar de ser pobre, siempre tenía una sonrisa en su rostro y nunca dejaba de aprender algo nuevo cada día.

Un día soleado, mientras caminaba por las calles polvorientas de la ciudad, Lya escuchó un alboroto proveniente del centro. Decidió acercarse para ver qué estaba pasando. Al llegar, vio a una multitud reunida alrededor de un hombre llamado Jesús.

Intrigada, Lya se abrió paso entre la multitud hasta que logró ver a Jesús cara a cara. Sus ojos brillaban con sabiduría y amor. Sin embargo, también notó que estaba agotado y herido.

Lya sintió un fuerte impulso dentro de ella para ayudar a aquel hombre tan especial. Se acercó tímidamente y le dijo: "Señor Jesús, ¿puedo hacer algo por ti?"Jesús sonrió amablemente y asintió con la cabeza. "Claro, pequeña amiga", respondió él.

Lya pensó rápidamente en cómo podría ayudar a Jesús en ese momento tan difícil. Recordó haber visto un puesto cercano donde vendían agua fresca durante el calor del día. Corrió hacia el puesto y compró una jarra llena de agua fresca.

Regresó corriendo hacia donde estaba Jesús y le entregó la jarra con cuidado. Jesús tomó la jarra entre sus manos cansadas y bebió el agua lentamente. Mientras lo hacía, Lya notó cómo su energía parecía renovarse poco a poco.

"Gracias, mi querida amiga", dijo Jesús con gratitud. "Tu acto de bondad ha sido un verdadero milagro en mi camino al Gólgota". Lya se sintió abrumada por las palabras de Jesús. No podía creer que su simple gesto pudiera ser considerado un milagro.

A medida que la multitud continuaba siguiendo a Jesús hacia el Gólgota, Lya decidió acompañarlo en silencio. Mientras caminaban juntos, Lya notó cómo más y más personas se acercaban a Jesús para pedirle ayuda o escuchar sus sabias palabras.

De repente, un hombre ciego se acercó tambaleándose hacia ellos. Sus ojos estaban llenos de desesperación mientras imploraba a Jesús que le devolviera la vista. Jesús miró al hombre ciego con compasión y luego dirigió su mirada hacia Lya.

"Pequeña amiga, ¿puedes hacer algo por este hombre?", preguntó él. Lya recordó haber visto recientemente a un médico cerca de allí que había ayudado a muchas personas recuperar la vista mediante una operación especial.

Sin dudarlo, Lya tomó la mano del hombre ciego y lo llevó hasta el consultorio del médico. Allí, el médico realizó una operación exitosa y el hombre recuperó su visión completamente.

El hombre ciego estaba emocionado y lleno de gratitud hacia Lya por haberlo llevado hasta allí. Agradecido, corrió hacia donde estaba Jesús para darle las gracias también. La multitud quedó asombrada ante este segundo milagro presenciado ante sus ojos.

Comenzaron a darse cuenta de que Lya, la niña pobre pero inteligente, había sido el instrumento de Dios para realizar estos maravillosos actos. Desde ese día en adelante, Lya siguió acompañando a Jesús en su camino hacia el Gólgota.

Aunque era solo una niña, aprendió lecciones valiosas sobre bondad, compasión y fe. El destino de Lya se convirtió en una historia conocida por muchos.

Su nombre fue recordado durante generaciones como la niña que ayudó a Jesús en su camino al Gólgota y realizó milagros con sus actos sencillos pero llenos de amor. Y así, la historia de Lya nos enseña que nunca es demasiado pequeño o insignificante para hacer una diferencia en el mundo.

Con amor y compasión, todos podemos ser parte de los milagros que ocurren a nuestro alrededor cada día.

FIN.

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