El Camino de las Mariposas



Era un día soleado en el parque de Villa del Río, y dos amigos, Tomás y Sofía, estaban jugando a la pelota. Mientras reían y corrían, de repente, se dieron cuenta de que un hermoso grupo de mariposas danzaba en el aire.

- ¡Mirá esas mariposas, Sofi! - exclaimed Tomás, con los ojos bien abiertos.

- ¡Son hermosas! - respondió ella, asombrada. - ¿Por qué vuelan así?

Los dos amigos se acercaron con cuidado para no asustar a las mariposas. Entre el susurro de las alas, una mariposa de colores brillantes se posó sobre una flor cerca de ellos.

- Hola, pequeños. ¿Por qué nos observan con tanta curiosidad? - preguntó la mariposa, moviendo sus alas suavemente.

- ¡Hola! - dijeron los dos al unísono. - Nos preguntábamos por qué vuelan y a dónde van.

La mariposa sonrió y dijo:

- Vamos a migrar a un lugar más cálido. Cada año, miles de nosotras volamos lejos en busca de un hogar mejor. A veces, el viento nos ayuda y otras veces, debemos seguir nuestros propios caminos.

Sofía, intrigada, preguntó:

- ¿Y cómo saben a dónde ir?

- Es un don que tenemos - explicó la mariposa. - Desde que nacemos, llevamos dentro de nosotras una brújula que nos indica el camino. Pero además, aprendemos de nuestras compañeras en el viaje. La experiencia de una mariposa puede guiar a muchas otras.

Tomás, muy pensativo, dijo:

- ¿Es difícil el viaje?

- A veces sí - contestó la mariposa con un pequeño suspiro. - Nos enfrentamos a tormentas, ríos, y a veces nos sentimos solas en el camino. Pero siempre encontramos nuevas amigas y aprendemos a ser fuertes juntas.

Sofía se quedó mirando a la mariposa, admirando su valentía.

- Entonces, ¿ustedes tienen que buscar siempre un lugar nuevo?

- Correcto - respondió la mariposa. - Pero lo hacemos porque cada mariposa tiene derecho a encontrar su lugar donde pueda ser feliz. Y a veces, ese lugar no siempre es el mismo.

Tomás hizo una pausa y miró a su amiga.

- Eso es como nosotros, ¿no? A veces buscamos lugares nuevos en el mundo donde podamos sentirnos mejor.

La mariposa asintió, encantada.

- Exacto. Cada uno de ustedes, como nosotros, tiene derecho a buscar su propia felicidad. No tengan miedo de explorar y encontrar lo que los haga sentir libres. Quédense juntos, como nosotras, para apoyarse en el camino.

- ¡Eso es muy lindo! - dijo Sofía, emocionada. - ¡Gracias por compartirlo con nosotros!

Las mariposas comenzaron a volar en círculos, como celebrando su decisión de migrar.

- ¡La vida es un viaje, pequeños! - gritó una mariposa desde el aire. - ¡Y siempre es mejor compartirlo con amigos!

Tomás y Sofía miraron a las mariposas mientras empezaban su vuelo hacia el horizonte,

y la pequeña mariposa añadió:

- Recuerden, hasta las mariposas tienen que ser valientes. Así que, nunca duden en buscar lo que los haga felices.

Con una sonrisa, Tomás y Sofía se sintieron inspirados.

- ¡Gracias, mariposas! - gritaron. - ¡Nosotros también buscaremos nuestro lugar feliz!

Y así, mientras el grupo de mariposas desaparecía en el cielo azul, los dos amigos comenzaron a pensar en sus propios caminos. ¿Dónde irían a jugar, a explorar, a ser felices? Querer saber era solo el primer paso hacia descubrirlo.

Desde ese día, cada vez que veían a una mariposa, recordaban la historia de su migración y el mensaje especial que llevaban con ellas: cada uno tiene derecho a buscar su lugar donde ser feliz. Y que siempre hay un amigo a nuestro lado para acompañarnos en ese viaje.

Y así, Sofía y Tomás continuaron explorando, siempre con el corazón abierto y buscando su propio camino hacia la felicidad.

FIN.

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