El Camino de los Amigos



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivían dos amigos inseparables: Lucas y Mateo. Desde pequeños compartieron juegos, risas y aventuras, pero al crecer, la vida les llevó por caminos diferentes. Lucas soñaba con ser futbolista, mientras que Mateo comenzaba a sentirse atraído por un mundo oscuro e ilegal.

Un día, en el parque donde siempre jugaban, Mateo se acercó a Lucas con una propuesta poco convencional.

"¿Qué te parece si ganamos un poco de dinero fácil, amigo?"

"¿De qué hablas, mate?" - respondió Lucas, algo confundido.

Mateo le explicó sobre un grupo que vendía cosas que no eran legales. Lucas, aunque dudaba, se sentía emocionado por la idea del dinero rápido.

"¿Y si nos hacemos ricos? Con eso podríamos tener todo lo que queremos" - dijo Mateo, encendiendo una chispa de ambición en Lucas.

"Pero eso no está bien, amigo. Podría traernos problemas…" - Lucas sabía que la vida en la calle no era fácil, pero el sueño de una vida mejor lo seducía.

Así fue como los dos amigos comenzaron su camino en el mundo de los narcotraficantes. Al principio, las cosas les iban bien. Vendían pequeñas cantidades y lograban ahorrar para sus sueños.

"Mirá, Lucas, ya tengo suficientes para comprarme esas zapatillas que tanto quiero" - decía Mateo entusiasmado.

"Sí, pero está mal, no podemos seguir así..." - Lucas, aunque disfrutaba del dinero, sentía que estaban traicionando sus principios.

Con el tiempo, la situación se complicó. Mateo se volvió cada vez más ambicioso y comenzaba a involucrarse en robos. Un día, después de un atraco, llegaron al parque.

"Lucas, tenemos que seguir robando, me va bien y vos solo pensás en fútbol" - dijo Mateo con determinación.

"No puedo, eso es peligroso... y no quiero terminar en la cárcel" - Lucas se sentía atrapado.

La tensión entre ellos crecía. Lucas decidió dar un paso al costado y volver a lo que realmente quería: el fútbol.

"Mateo, ya no quiero seguir en esto. Tengo que ir a entrenar para mis pruebas" - le dijo Lucas.

"¿Te olvidaste de nosotros? No vas a dejarme solo en esto..." - Mateo sintió que estaba perdiendo a su mejor amigo.

Una semana después, mientras Lucas se preparaba para su primer partido, recibió una llamada de un amigo del barrio.

"Mateo tuvo un accidente... no sobrevivió..." - la noticia lo golpeó como un balde de agua fría.

La tristeza invadió a Lucas. Se dio cuenta de que el camino que eligieron le había costado la vida a su mejor amigo. En la funeraria, frente al ataúd de Mateo, juró cambiar su vida.

"Prometo honrar tu memoria. Lo que hicimos no estuvo bien, y no quiero que eso defina quién era nosotros" - se comprometió Lucas entre lágrimas.

Con el tiempo, Lucas dejó atrás el mundo del narcotráfico. Se dedicó a entrenar y, emocionado, logró su sueño: jugar en un equipo profesional.

Años después, regresó al barrio. Creó una fundación para ayudar a chicos en riesgo y enseñarles sobre las oportunidades que pueden tener sin la necesidad de buscar caminos oscuros.

"Mateo, creo que te haría orgullo lo que hago. Usaremos nuestra historia para que otros no caigan en el mismo desastre que nosotros" - decía Lucas mientras miraba al horizonte, recordando a su amigo.

Así, Lucas transformó su dolor en esperanza, llenando su vida de amor y enseñanzas.

Y aunque la tristeza de perder a Mateo nunca desapareció, sabía que cada sonrisa que llevaba a su fundación era un paso hacia un futuro mejor.

Los amigos pueden tomar decisiones erróneas, pero lo importante es aprender de ellas y luchar por un mundo mejor.

Y así, la historia de Lucas se convirtió en un faro de luz para muchos jóvenes que aún buscan su camino.

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FIN.

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