El camino de los duendes verdes



aron un sendero que nunca antes habían visto. Estaba rodeado de árboles altos y frondosos, con rayos de sol filtrándose entre las hojas y creando un ambiente mágico.

- ¡Mira, Juan! ¿Has visto algo tan hermoso en nuestra vida? -exclamó Francisco emocionado. - Es increíble, hermano. Parece sacado de un cuento de hadas -respondió Juan admirando el paisaje. Decidieron adentrarse en el nuevo sendero, curiosos por descubrir qué más maravillas les esperaban.

A medida que avanzaban, escucharon risas y cantos a lo lejos. Intrigados, siguieron el sonido hasta llegar a un claro donde se encontraba un grupo de criaturas pequeñas y coloridas bailando alrededor de una fogata. - ¡Son duendes! -susurró Juan sorprendido.

Uno de los duendes se acercó a los hermanos y les dio la bienvenida al lugar mágico. - Bienvenidos, viajeros. Nos alegra verlos por aquí -dijo el duende con una sonrisa amistosa.

Los hermanos charlaron con los duendes y aprendieron sobre su forma de vida en armonía con la naturaleza. Los duendes les enseñaron a respetar el bosque, cuidar cada ser vivo que habitaba en él y a apreciar la belleza de lo simple.

Después de pasar un tiempo maravilloso con los duendes, Juan y Francisco decidieron regresar a casa antes de que cayera la noche. - Gracias por esta experiencia inolvidable. Nunca olvidaremos este día -agradeció Francisco al despedirse de los duendes.

Al salir del sendero mágico, los hermanos se miraron con complicidad sabiendo que esa aventura los había marcado para siempre. A partir de ese día, cambiaron su forma de ver el mundo y prometieron cuidar la naturaleza como los amigos duendes les habían enseñado.

Desde entonces, Juan y Francisco visitaban regularmente el bosque encantado para recordar la importancia del respeto hacia la naturaleza y valorar las pequeñas cosas que hacen especial cada día.

Y así, entre risas y secretos compartidos, continuaron caminando juntos por nuevos senderos llenos de magia y aprendizajes.

FIN.

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