El Camino de los Espinos
En un pequeño y colorido pueblo, vivían dos amigos inseparables: Lila, una ardillita de pelaje suave y rizado, y Max, un valiente zorro de pelaje anaranjado brillante. Cada día, Lila y Max exploraban juntos el bosque que rodeaba su hogar, descubriendo nuevos secretos y disfrutando de la belleza de la naturaleza.
Un día, mientras jugaban cerca del arroyo, Max vio algo brillante entre los matorrales.
"¡Mirá, Lila! ¿Qué será eso?" dijo Max emocionado, señalando con su patita.
"No sé, ¡vamos a averiguarlo!" respondió Lila, moviendo su colita enérgicamente.
Los dos amigos se acercaron y, al empujar las ramas, descubrieron un hermoso y resplandeciente colgante de cristal, pero justo al tocarlo, un cardo espinoso apareció de la nada, cerrando el camino.
"¡Ay no! ¡Estamos atrapados!" exclamó Lila, asustada.
"Tranquila, Lila, voy a buscar una manera de salir de aquí," le dijo Max, mostrándose valiente.
Max intentó saltar sobre el cardo, pero los espinos eran demasiado altos. Se detuvo a pensar.
"Si al menos tuviéramos algo para cortarlo..." pensó en voz alta.
"¡Esperá! Tengo una idea. En la cueva de la tortuga Tula, guarda un viejo cuchillo de piedra. ¡Podríamos pedirle ayuda!" sugirió Lila.
"¡Buena idea! Pero está lejos y debemos atravesar el camino lleno de espinas."
"Lo sé, pero es nuestra única opción. ¡Vamos!"
Max estaba un poco asustado, pero sabía que era más importante ayudar a su amiga. Así que, juntos, comenzaron a avanzar por el camino lleno de espinas, cuidando cada paso. A medida que se acercaban al lugar, se dieron cuenta de que los espinos estaban en todos lados.
"¡Mirá!" dijo Lila, señalando un espino que se proyectaba peligrosamente.
"No te preocupes, te ayudaré. ¡Dame tu patita!" la alentó Max, ayudándola a saltar lo más alto que pudo.
Así, ayudándose mutuamente, avanzaron dando pequeños saltos y cuidando de no hacerse daño. Tras un rato que pareció eterno, finalmente llegaron a la cueva de Tula. Cuando tocaron la puerta, escucharon a la sabia tortuga.
"¿Quién llama a mi puerta?" preguntó Tula con voz pausada.
"¡Soy yo, Tula! ¡Soy Max, y ésta es mi amiga Lila! Venimos a buscar ayuda. Encontramos un colgante, pero hay un cardo espinoso que no nos deja regresar a casa." explicó Max, un poco agitado.
"Eso suena grave. Necesitan el cuchillo que tengo. Pero deben saber que el camino de regreso no será fácil. Hay que tener cuidado con los espinos. ¿Están dispuestos a arriesgarse?" dijo Tula con seriedad.
"Sí, ¡por supuesto! ¡Haremos lo que sea por salir de aquí!" respondió Lila decidida.
Tula les entregó el cuchillo y les dio algunos consejos sobre cómo evitar los espinos. Con su nuevo aliado, Max y Lila regresaron al cardo espinoso. Al principio, el corazón de Lila latía rápido de miedo, pero su determinación la impulsó hacia adelante. Max, con el cuchillo en la pata, cortó los espinos uno por uno.
"Ya casi lo tenemos, Lila, solo un poco más" animó Max mientras sudaba con esfuerzo.
"¡Vamos, yo te ayudo a empujar!" dijo Lila, apoyando su peso en el cuchillo.
Con un último corte, los espinos cedieron y el camino se abrió ante ellos. Ambos amigos brincaron de alegría.
"¡Lo logramos! ¡Gracias, Max!" dijo Lila.
"No hubiera podido sin vos, Lila. Siempre estuviste dispuesta a ayudarme" respondió Max con una sonrisa.
Al final del día, al regresar a su hogar, Lila y Max se sentaron bajo su árbol favorito.
"Nunca pensé que los espinos fueran tan difíciles, pero valió la pena, ¿no?" comentó Max.
"Sí. Y aprendí que, aunque el camino sea espinoso, los amigos siempre deben estar listos para ayudarse mutuamente," reflexionó Lila.
Así, los dos amigos decidieron que, sin importar cuán espinoso sea el camino, siempre estarían dispuestos a ayudarse, porque la amistad es más fuerte que cualquier obstáculo. Y así, el día que descubrieron el colgante, también aprendieron la importancia de la ayuda mutua, y aunque a veces los caminos son difíciles, siempre se puede encontrar una manera de salir adelante juntos.
FIN.