El camino de los pájaros
amaba y apoyaba, pero Martín no sabía cómo expresar lo que sentía. Un día, mientras caminaba por el parque, se encontró con un anciano que estaba alimentando a los pájaros. Martín se acercó curioso y empezaron a conversar.
"Hola joven, ¿cómo estás?" preguntó el anciano. "Estoy bien", respondió Martín sin mucho entusiasmo. El anciano notó la tristeza en su voz y le preguntó qué le pasaba. Martín dudó al principio pero finalmente decidió contarle todo.
Le habló de su insatisfacción con la vida y de su falta de dirección. El anciano escuchó atentamente y luego le dijo: "Martín, tienes una vida entera por delante para encontrar tu camino.
No te preocupes tanto por el futuro que pierdas de vista el presente". Martín pensó en eso durante días después de esa conversación.
Empezó a prestar atención a las pequeñas cosas que antes había pasado por alto: los colores del atardecer, las risas de sus amigos en el parque, la comida casera que su madre preparaba con tanto amor. Poco a poco, comenzó a encontrar alegría en esas pequeñas cosas y se dio cuenta de que la vida era más rica de lo que había imaginado.
También empezó a explorar diferentes intereses como tocar guitarra o aprender un nuevo idioma. Con el tiempo, Martín descubrió su verdadera pasión: ayudar a las personas necesitadas.
Empezó trabajando como voluntario en un refugio para animales abandonados y luego se involucró en proyectos comunitarios para mejorar su barrio. Se sentía vivo y feliz al hacer algo que realmente importaba. Martín aprendió que la vida no siempre es fácil, pero siempre hay una manera de encontrar su propósito.
Y lo más importante, aprendió que tenía el apoyo y el amor de su familia y amigos en todo momento.
FIN.