El Camino de los Sueños



Era un hermoso día en el pueblo de Cielo Azul. Las flores brillaban bajo el sol y la risa de los niños resonaba en el aire. En una pequeña casita verde, vivía una niña llamada Lila, que siempre soñaba con ser una gran artista. Pero había un problema: Lila no se había atrevido a mostrar sus dibujos a nadie.

Un día, mientras paseaba por el parque, Lila vio a un grupo de chicos dibujando en una gran cartulina. Se acercó sigilosamente y, al ver sus hermosos colores, sintió que su corazón latía con fuerza.

- ¡Hola! - dijo uno de los chicos, que se llamaba Maxi. - ¿Querés unirte a nosotros?

Lila parpadeó, sorprendida. No se atrevió a hablar, así que solo asintió con la cabeza. Se sentó con ellos y miró cómo creaban un enorme mural lleno de vida.

- ¿Te gusta dibujar? - preguntó otra niña, Sofía.

- Sí, pero...

- ¿Pero qué? - presionó Maxi, sonriendo.

- No sé si soy muy buena...

Maxi le dijo: - Todos tenemos que empezar de algún lado. ¡Dibuja algo, animate!

Sin embargo, Lila solo miraba. Sintió que unas mariposas revoloteaban en su estómago. Aquel día, decidió que su dibujo se quedaría guardado en su mente, pero prometió volver.

A la mañana siguiente, despertó llena de energía y con una idea en su cabeza. Se sentó en su escritorio y empezó a dibujar animales fantásticos, árboles de caramelos y nubes de colores. Mientras dibujaba, se sintió feliz, pero aún dudaba en mostrárselo a alguien.

Poco después, Lila decidió dibujar un mural enorme en su barrio. Pensaba que podría alegrar a todos sus vecinos. Salió al parque y con la ayuda de su padre, pintó una pared blanca que hacía tiempo estaba olvidada.

- ¿Qué estás haciendo, Lila? - preguntó su vecina Clara.

- Voy a dibujar un mural para llenar de alegría nuestra calle.

Clara la miró con curiosidad. - ¡Qué idea tan hermosa! ¿Cómo puedo ayudarte?

Lila se sorprendió. No esperaba que alguien quisiera ayudarla.

- Podés traer algunos colores - respondió entusiasmada. - ¡Cuantos más seamos, más lindo quedará!

Al día siguiente, Clara volvió con un montón de pinturas y una sonrisa. Lila se dio cuenta de que no estaba sola. Los niños del barrio comenzaron a unirse, uno tras otro, trayendo brochas, colores y su mejor energía.

Pero un giro inesperado llegó cuando el dueño de la tienda de al lado, el señor Gómez, se asomó y dijo:

- ¿Qué están haciendo? No pueden ensuciar la pared.

Los niños se miraron unos a otros, asustados.

- Pero... sólo queremos poner un poco de color en el barrio - intentó Lila, con un hilo de voz.

- No entiendo por qué deben hacerlo aquí.

Maxi levantó la mano. - ¿Y si le mostramos cómo va a quedar antes de que estemos terminados?

El señor Gómez frunció el ceño pero se quedó mirando con curiosidad. Lila, inspirada por la idea de Maxi, se acercó a él y le dijo:

- ¿Le gustaría venir a ver?

A regañadientes, el señor Gómez decidió acercarse. Cuando vio a los niños trabajando, sus ojos se abrieron de sorpresa. El mural representaba un mundo lleno de vida: mariposas sobre flores, cometas en el cielo y risas en cada rincón.

- Está... está hermoso - dijo el señor Gómez, con un tono inesperado.

Los niños sonrieron, y los corazones de Lila y sus amigos se llenaron de alegría.

- Si lo terminan bien, les prometo que no diré nada - concluyó Gómez, sonriendo ahora.

El mural se volvió un símbolo de unión en el barrio; las familias comenzaron a pasear a su alrededor, y todos comenzaron a conocerse mejor.

Lila, aunque nerviosa al principio, había demostrado que su pasión no solo se trataba de dibujar, sino de unir a la comunidad.

Así, el mural se convirtió en un lugar donde los sueños tomaban color y la amistad florecía. Lila aprendió que a veces, hay que dar el primer paso, compartir lo que uno ama, y la magia puede surgir incluso de las situaciones más inesperadas.

Desde entonces, Lila no dejó nunca de dibujar, y cada vez que veía mariposas volando, recordaba que cada trazo, cada color, puede transformar el mundo. Y así, el camino hacia sus sueños se llenó de nuevas aventuras y amistades.

FIN.

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