El Camino de Luz y Sonrisas



Era una fresca mañana de primavera y el sol comenzaba a asomarse entre los árboles del bosque. María, una mujer aventurera con un gran corazón, caminaba por el famoso Camino de Santiago. A lo lejos, la majestuosa Catedral brillaba con la luz del nuevo día, y cada paso que daba la llenaba de alegría.

Mientras ascendía por un sendero rodeado de flores silvestres y frescos aromas, de repente, un grupo de policías a caballo apareció entre los árboles. Con sus uniformes resaltando bajo la luz del sol, parecían guardianes de la paz del bosque.

- ¡Hola! - exclamó María, sonriendo con sorpresa. - ¡Qué alegría verlos aquí! A veces uno se siente solito en el camino.

- No te preocupes, estamos aquí para acompañarte y asegurarnos de que tu aventura sea segura - respondió uno de los policías, un hombre robusto con una sonrisa amable.

María se sintió agradecida, así que comenzaron a caminar juntos mientras las montañas susurraban historias del pasado y la brisa traía consigo risas de los niños que jugaban en el bosque.

De pronto, un ruido extraño interrumpió la serenidad del momento, como un crujir inusual entre las hojas secas.

- ¿Qué fue eso? - preguntó María, con un leve temblor en su voz.

Los policías a caballo se detuvieron, atentos. Entonces, del arbusto salió un grupo de animales: un pequeño ciervo, un par de conejos saltarines y una familia de ardillas. Todos parecían curiosos y no tenían miedo.

- ¡Mirá eso! - gritó uno de los policías, señalando a los adorables animales. - ¡Nunca había visto tantos juntos!

María se agachó y, con una voz suave, les habló:

- Hola, amiguitos. No tengan miedo. Estoy aquí de paso, disfrutando del hermoso bosque como ustedes.

Los animalitos se acercaron poco a poco, intrigados por la bondad que emanaba María. La mujer se sintió como parte de un mágico cuento de hadas, donde los humanos y los animales convivían en armonía.

- ¿Por qué será que siempre nos asustamos antes de conocer a alguien? - preguntó uno de los conejos. - La naturaleza está llena de sorpresas.

- Así es - asintió la mujer. - A veces, la curiosidad puede hacer que descubramos amistades inesperadas.

Los policías sonrieron, disfrutando de la escena. La familia de ardillas decidió jugar al alrededor de los pies de María mientras el ciervo, que era un poco más tímido, se quedó observando desde la distancia.

- Este bosque tiene tanto por enseñarnos - comentó el policía que había hablado primero. - Si todos nos cuidamos mutuamente, podremos vivir en paz.

- ¡Exacto! - exclamó María. - Debemos aprender a escuchar la naturaleza y a los que nos rodean, porque cada uno tiene un valor inmenso.

De repente, el cielo se oscureció un poco y las nubes comenzaron a juntar, presagiando un leve chaparrón.

- ¡Oh no! - exclamó María. - No quiero mojarme, ¡me estoy disfrutando mucho de este momento!

- No te preocupes, ¡aquí estamos nosotros! - dijo un policía, riendo. - Podemos resguardarte mientras esperas a que pase el aguacero.

María sonrió y dijo:

- Gracias por ser tan amables. Prometo que seguiré cuidando de la naturaleza tanto como ustedes lo hacen.

Mientras la lluvia caía suave como una melodía, los animales se refugiaron también, y juntos disfrutaron del espectáculo de gotas brillantes que caían del cielo. Todo el bosque se llenó de un nuevo aroma fresco, y la vida se sintió rebosante de alegría.

Y así, en la compañía de sus nuevos amigos, María aprendió una gran lección: no solo se trata de caminar, sino de compartir momentos y cuidar de lo que nos rodea. Cada paso en el camino no es solo un trayecto, es una oportunidad de hacerlo juntos, aprendiendo y respetando a los seres que hacen de nuestro hogar un lugar especial.

Cuando finalmente el sol regresó a brillar, María despidió a sus amigos. Con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de gratitud, continuó su camino mientras los policías a caballo la saludaban con la mano.

Y en su pecho llevaba siempre el recuerdo de ese asombroso encuentro en el bosque, donde, gracias a la curiosidad y la amabilidad, nuevos lazos se habían forjado, recordándole que el mundo está lleno de maravillas y lecciones si tan solo estamos dispuestos a abrir nuestras corazas y dejar que los demás entren en nuestras vidas.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!