El camino de Marilú hacia la maestra sabia



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Marilú. Desde que era muy chiquita, Marilú soñaba con ser maestra.

Le encantaba la idea de enseñar a otros niños y ayudarlos a descubrir el maravilloso mundo del conocimiento. Marilú vivía con sus padres, quienes la apoyaban incondicionalmente en su sueño de convertirse en maestra, pero lamentablemente no tenían mucho dinero para pagarle la escuela.

A pesar de esto, Marilú no se dio por vencida. Decidió ponerse manos a la obra y encontrar una solución para cumplir su anhelo. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Marilú se encontró con doña Rosa, una anciana sabia y amable que vendía flores.

Doña Rosa notó la determinación en los ojos de Marilú y le preguntó qué era lo que tanto anhelaba.

Con voz tímida pero firme, Marilú le contó sobre su sueño de ser maestra y cómo no tenía los medios para estudiar. "No te preocupes, querida Marilú", dijo doña Rosa con una sonrisa cálida. "Si hay algo que he aprendido en mis años es que nunca debemos rendirnos ante las adversidades.

Si trabajas duro y tienes fe en ti misma, todo es posible". Marilú se sintió reconfortada por las palabras de doña Rosa y decidió seguir su consejo.

Comenzó a trabajar después de la escuela ayudando en la tienda del pueblo y los fines de semana cuidando el jardín de algunos vecinos. Aunque estaba agotada por el trabajo extra, nunca perdió de vista su objetivo. Con el tiempo, Marilú logró ahorrar lo suficiente para inscribirse en la escuela para maestros.

Estudiaba día y noche, aprovechando cada momento libre para repasar sus lecciones y prepararse para las clases. El camino hacia su sueño no fue fácil; hubo momentos en los que dudó si podría lograrlo.

Pero cada vez que sentía que flaqueaban sus fuerzas, recordaba las palabras sabias de doña Rosa: "nunca debemos rendirnos ante las adversidades". Finalmente llegó el día de graduación. Marilú estaba radiante con su toga y birrete, lista para recibir su diploma como maestra.

Sus padres estaban allí entre lágrimas de alegría y orgullo al ver a su hija cumplir su sueño. "¡Felicidades querida Marilú!", dijeron sus padres emocionados mientras le entregaban un ramo de flores.

Marilú abrazó a sus padres con fuerza y les agradeció por haber creído en ella desde el principio. Mirando hacia adelante hacia un futuro lleno de posibilidades infinitas como maestra, supo en ese momento que ningún obstáculo era demasiado grande si se enfrentaba con fortaleza en el alma y determinación inquebrantable.

FIN.

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