El Camino de Mateo



Había una vez en un lejano pueblo de la provincia de Buenos Aires, un joven llamado Mateo. Mateo era un chico muy trabajador y soñaba con tener su propia tierra para cultivar y poder ayudar a su familia.

Un día, mientras paseaba por el campo, se encontró con un anciano sabio que le dijo: "Mateo, para conseguir tu tierra debes emprender un viaje hacia lo desconocido. Solo así encontrarás lo que buscas".

El joven no entendía muy bien las palabras del anciano, pero decidió seguir su consejo y comenzó a recorrer diferentes lugares en busca de su destino.

En su camino se encontró con personajes curiosos como el Zorro Astuto, la Lechuza Sabia y el Conejo Veloz, quienes le enseñaron valiosas lecciones sobre la perseverancia, la astucia y la rapidez. Pasaron los días y Mateo seguía sin encontrar su tierra prometida.

Estaba a punto de darse por vencido cuando llegó al bosque encantado, donde conoció al Hada Madrina. Ella le dijo: "Mateo, la tierra que buscas está dentro de ti. Debes creer en tus sueños y trabajar duro para hacerlos realidad".

Con renovadas fuerzas, Mateo siguió adelante y finalmente llegó a un hermoso valle lleno de frutos y flores. Allí comprendió que el verdadero tesoro no estaba en la tierra misma, sino en todo lo que había aprendido en su viaje.

"Gracias por guiarme en este camino de autodescubrimiento", dijo Mateo al anciano sabio que apareció frente a él una vez más. "Has demostrado ser digno de tener tu propia tierra", respondió el anciano mientras señalaba hacia el horizonte.

Y así, Mateo se convirtió en dueño de una extensa parcela donde pudo cultivar sus sueños y compartir su sabiduría con todos los que lo rodeaban. Desde entonces, cada vez que alguien preguntaba por qué era tan feliz sin poseer grandes riquezas materiales, él respondía con una sonrisa: "Porque soy Siervo sin Tierra".

FIN.

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