El camino de regreso


Había una vez un grupo de amigos, Juana, Pedro, Martina y Tomás, que vivían en la ciudad pero siempre soñaban con aventuras en la naturaleza.

Un día decidieron hacer realidad su sueño y emprendieron un viaje hacia los Esteros del Iberá. Al llegar allí se quedaron maravillados con la belleza del lugar: lagunas cristalinas rodeadas de vegetación exuberante y animales salvajes por doquier. Decidieron explorar el lugar y se adentraron en el bosque.

De repente, escucharon unos ruidos extraños entre los árboles. Era como si alguien o algo estuviera siguiéndolos. Los chicos comenzaron a asustarse pero entonces recordaron que llevaban una brújula y una linterna en su mochila.

"No tenemos nada que temer", dijo Pedro tratando de tranquilizar al resto del grupo. "Seguimos caminando hacia el norte y pronto encontraremos nuestro camino de regreso". Así lo hicieron y finalmente llegaron a un claro donde había cientos de luciérnagas brillantes volando alrededor.

Los niños se quedaron boquiabiertos mirándolas. "¡Son mágicas!", exclamó Martina emocionada. "Nunca había visto algo así", agregó Tomás impresionado. Decidieron observarlas por un rato más hasta que notaron que estaba oscureciendo cada vez más.

Entonces recordaron que debían volver al campamento antes de que fuera demasiado tarde para encontrarlo en la oscuridad. Pero cuando intentaron regresar por el mismo camino descubrieron con horror que habían perdido la brújula y no podían encontrar el camino de regreso.

Los chicos comenzaron a sentirse desesperados. "¿Y si nos perdemos aquí para siempre?", preguntó Juana con miedo. "Tranquilos, no hay nada que temer", dijo Pedro tratando de mantener la calma.

"Solo tenemos que buscar un lugar elevado desde donde podamos ver más lejos". Caminaron hacia el borde del bosque y encontraron una pequeña colina. Desde allí pudieron ver las luces del campamento en la distancia.

Con alivio, los niños se pusieron en marcha nuevamente y finalmente llegaron sanos y salvos al campamento. Esa noche, mientras tomaban chocolate caliente alrededor del fuego, hablaron sobre su aventura emocionante e inolvidable en los Esteros del Iberá.

Aprendieron que nunca deben subestimar el poder de la naturaleza pero también descubrieron que siempre pueden confiar en sus habilidades y trabajar juntos para superar cualquier obstáculo. Desde entonces, los amigos volvieron a visitar los Esteros varias veces más para explorar nuevos senderos y admirar las luciérnagas brillantes cada noche.

Y aunque tuvieron otras aventuras emocionantes en diferentes lugares del mundo, siempre recordarán esa primera experiencia como una de las mejores de sus vidas.

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