El camino de regreso



En una tarde soleada, mi abuelo caminaba de regreso a la comunidad de Ayo de Sandía después de una reunión. El sol comenzaba a esconderse y el camino se volvía más largo con cada paso.

De repente, se encontró pasando por el antiguo panteón del pueblo. El aire se volvió más fresco y una suave brisa soplaba entre las tumbas.

Mi abuelo se detuvo un momento, reflexionando sobre la vida y la importancia de apreciar cada día que se nos regala. Mientras pensaba, se percató de que no tenía con qué regresar a casa. Miró a su alrededor y vio a lo lejos a un grupo de niños jugando en el campo. Decidió acercarse y les pidió ayuda.

Los niños, con una sonrisa en el rostro, se ofrecieron a acompañarlo hasta la comunidad. En el camino, compartieron risas, historias y lecciones de vida.

Mi abuelo aprendió que, a veces, la ayuda puede venir de donde menos lo esperamos, y que la compañía y la amistad son grandes tesoros en la vida. Desde entonces, mi abuelo siempre recordó aquella tarde como un ejemplo de bondad y solidaridad, y nunca más se sintió solo en el camino de regreso a casa.

FIN.

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