El Camino de Valentina
Valentina llegó al colegio una mañana nublada de otoño. Había soñado tantas veces con el día en que, finalmente, daría ese primer paso hacia un nuevo capítulo de su vida. Sin embargo, no podía ignorar el peso de sus propias dudas y temores.
"¿Y si no me caen bien mis compañeros?" pensó mientras caminaba por el pasillo de su nueva escuela. Los nervios le daban un vuelco en el estómago. Justo cuando se detuvo a observar su alrededor, una voz familiar rompió sus pensamientos.
"¡Hola, Valen!" era su amiga Sofía, que había logrado, con mucho esfuerzo, convencer a su papá de llevarla hasta allí.
"Hola, Sofi..." respondió Valentina con una sonrisa nerviosa.
"No te preocupes, todo va a salir bien. Tiene que salir bien, ¡te lo prometo!".
Las dos se encontraron en la entrada del aula y, tras ayudar a Valentina a tomar confianza, se sentaron juntas. A lo largo del día, Valentina notó que algunos compañeros eran un poco diferentes a lo que había imaginado.
Durante la primera hora, la profesora de matemáticas, la señora Rita, explicó cómo resolver problemas de suma y resta. Valentina, que era un poco tímida para participar, se quedó escuchando atentamente. Pero cuando la señora Rita le preguntó:
"Valentina, ¿puedes resolver esta suma en la pizarra?"
valentina sintió que su corazón latía con fuerza.
"E-Estoy un poco nerviosa, no sé si puedo..." murmuró.
"No te preocupes, todos aquí estamos aprendiendo. Si te equivocas no pasa nada, es parte del proceso", le respondió la señora Rita con encorajadora voz.
Tomando aire y con la mirada de sus compañeros sobre ella, Valentina se acercó a la pizarra. Con ambos brazos temblorosos, empezó a escribir la suma.
"Sí, lo logré..." pensó al ver cómo se completaba el ejercicio. La clase le aplaudió y eso la iluminó por dentro.
El relajo llegó cuando, durante el recreo, Sofía la llevó a jugar con otros compañeros.
"¿Te parece si probamos el juego del pañuelo?"
"Pero... ¿son muchos?" preguntó Valentina un poco preocupada.
"No importa, ¡haremos nuevos amigos!" dijo Sofía con optimismo.
Valentina decidió intentarlo e, incluso, aunque le costó un poco al principio, lo disfrutó. Se dio cuenta de que era mucho más divertido jugar en grupo que estar sola. Desde esa tarde, comenzó a abrirse y a compartir más con nuevos compañeros.
Sin embargo, el verdadero desafío llegó un día cuando Valentina escuchó un rumor sobre un grupo de chicos que se burlaban de alguien. Eso hizo que su corazón se llenara de inseguridad nuevamente.
"¿Y si un día ellos se ríen de mí?" pensó, con un nudo en la garganta.
"Valen, ¿qué pasa?" preguntó Sofía al notar su tristeza.
"No sé si quiero seguir aquí... no quiero tener problemas", respondió Valentina con un hilo de voz.
Sofía le apretó la mano.
"No podemos cambiar lo que los demás hagan, pero podemos ser un buen ejemplo. Si vemos que alguien está sufriendo por los comentarios de otros, deberíamos ayudar."
Con un fuerte suspiro, Valentina se dio cuenta de que, aunque el camino estaba lleno de dudas, también había oportunidades para ser valiente. Decidió hablar con la profesora sobre lo que había escuchado, y lo hizo junto a Sofía, quien la apoyó incondicionalmente.
La profesora, al enterarse de la situación, organizó una charla en clase sobre el respeto y la diversidad. Todos los chicos se dieron cuenta de la importancia de la amistad y lo feo que era hacer sentir mal a otro. Valentina se sintió satisfecha, porque de algo que le había causado ansiedad salió una oportunidad para mejorar el ambiente en su aula.
Con el paso de los días, Valentina se fue sintiendo más segura y descubrió que el colegio tenía muchos momentos emocionantes que la esperaban, como concursos de arte y días temáticos. Se animó a participar en el concurso de pintura y presentó una hermosa obra sobre la diversidad. Esa vez, el resultado no importaba; se trataba de haber compartido su voz y su visión.
Al final del año, el día de la entrega de premios, Valentina se sentía emocionada y nerviosa. La profesora la llamó al escenario.
"Valentina, ¿puedes decirnos qué inspiró tu obra?".
Con una gran sonrisa, Valentina se acercó al micrófono y dijo:
"Quiero contarles que muchas veces podemos sentirnos inseguros por ser diferentes, pero en realidad eso es lo que nos hace únicos y especiales. Todos tenemos algo lindo para compartir. ¡Gracias por hacerlo posible!".
El auditorio reventó en aplausos. Valentina había aprendido que cada paso en el camino la llevaba a convertirse en una mejor versión de sí misma, y que la verdadera amistad y el respeto, son lo más valioso de todos.
Y así, con el crecimiento y las experiencias compartidas, Valentina comenzó su viaje en un camino que nunca había imaginado tan bello.
FIN.