El camino del agua


Había una vez, en una hermosa plaza internacional, tres monumentos que representaban la importancia de diferentes aspectos de la vida. El primer monumento era un gran obelisco que simbolizaba la masculinidad y el poder del sol.

Su imponente figura se alzaba hacia el cielo, como si quisiera tocar las estrellas. El segundo monumento era una fuente de agua que representaba la importancia vital del agua en nuestras vidas.

Desde sus múltiples cañones emergían chorros cristalinos que bailaban al ritmo del viento. La fuente nos recordaba lo esencial que es el agua para la generación y regeneración de todo ser vivo.

Y por último, había un tierno monumento: una madre con su bebé en brazos y una paloma descansando en su mano extendida. Esta escultura transmitía amor, protección y paz a todos los visitantes de la plaza. En esta historia conoceremos a tres amigos muy curiosos: Tomás, Sofía y Martín.

Ellos vivían cerca de la plaza e iban a jugar allí todos los días después del colegio. Un día soleado, mientras jugaban en medio de los monumentos, Tomás observó el obelisco con admiración y exclamó: "¡Miren qué alto está! Quisiera poder subir hasta allá arriba".

Sofía sonrió y le dijo: "Quizás algún día podamos encontrar un camino secreto para llegar hasta allí". Martín levantó su dedo índice emocionado y agregó: "¡Podríamos buscar pistas por toda la plaza!".

Así comenzaron su aventura en busca del camino secreto hacia lo más alto del obelisco. Recorrieron cada rincón de la plaza, buscando pistas escondidas entre los árboles y las flores. Pronto descubrieron que las pistas estaban relacionadas con el agua de la fuente.

Al acercarse a la fuente, vieron que un arcoíris se formaba en su cascada. Tomás exclamó emocionado: "¡Creo que esa es una pista! Sigamos el arcoíris".

Siguiendo el camino del arcoíris, llegaron hasta la escultura de la madre con su bebé y la paloma. Martín notó algo extraño en los ojos de la madre y dijo: "¡Miren! Los ojos parecen estar brillando".

Sofía tuvo una idea y dijo: "Quizás si tocamos los ojos de la madre como si fueran botones, se abrirá un camino secreto hacia el obelisco". Los tres amigos tocaron simultáneamente los ojos brillantes de la escultura y, como por arte de magia, una puerta oculta se abrió detrás del monumento.

Con mucha emoción y curiosidad, entraron por esa misteriosa puerta y subieron escaleras interminables hasta llegar a lo más alto del obelisco. Desde allí tenían una vista increíble de toda la ciudad.

Tomás miró a sus amigos sonriendo y exclamó: "¡Lo logramos! Juntos encontramos el camino secreto hacia lo más alto". Sofía asintió emocionada mientras decía: "Y todo gracias a nuestras ganas de explorar y aprender". Martín agregó: "Aprendimos también sobre la importancia del agua y cómo nos conecta con la naturaleza".

Desde aquel día, los tres amigos siguieron explorando juntos, aprendiendo de cada experiencia y valorando siempre el poder de la amistad.

Y cada vez que visitaban la plaza internacional, recordaban con alegría aquella increíble aventura que los llevó hasta lo más alto del obelisco. Y así, esta historia nos enseña que cuando unimos nuestras fuerzas y curiosidad, podemos descubrir caminos insospechados y alcanzar las alturas más inimaginables.

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