El Camino del Sol y los Fantasmas de la Amistad
Era un día soleado y brillante en el pequeño pueblo de Verdemar, conocido por sus grandes campos de flores verdes y sus caminos polvorientos. Un grupo de niños, compuesto por Sofía, Lucas y Melina, decidieron aventurarse a explorar el misterioso sendero del Sol, que pasaba cerca del bosque antiguo. La leyenda contaba que en ese camino se aparecían espíritus amistosos que ayudaban a los que tenían el corazón puro.
"¡Vamos!", dijo Sofía, con su cabello ondeando al viento. "Siempre he querido conocer más sobre esos fantasmas que se asoman por aquí."
"Pero, ¿y si son fantasmas asustadizos?", se preocupó Lucas, dándole un ligero tirón a la manga de Melina.
"¡No te preocupes!", respondió Melina con una sonrisa. "Quizás solo sean amigos que quieren jugar con nosotros. Además, el sol siempre brilla cerca de nosotros. Lo que nos ilumina nunca puede ser malo".
El trío comenzó a caminar por el sendero, con el sol brillando en lo alto y una suave brisa acompañándolos. Cada paso que daban los llenaba de emoción. Al acercarse al bosque, notaron algo extraño a su alrededor: los árboles parecían susurrar.
"¿Escuchan eso?", preguntó Lucas, con el ceño fruncido.
"Sí, es como si nos estuvieran llamando", añadió Sofía.
"Tal vez sean los fantasmas", dijo Melina con una chispa en sus ojos. "¿Por qué no los llamamos?".
Decididos a encontrar a los fantasmas, los niños comenzaron a gritar alegremente:
"¡Hola, fantasmas! ¡Aquí estamos!"
De repente, una risa suave y melodiosa resonó entre los árboles. Aterrados pero intrigados, se asomaron tras un arbusto.
Allí brillaban pequeñas bolitas de luz brillantes, danzando en el aire.
"¡Mira, son luciérnagas!", exclamó Sofía, maravillada.
"¿Fantasmas? No, son amigo-escamosas", dijo un ser resplandeciente que se acercó, un pequeño espíritu de luz. "Nosotros cuidamos de que el camino del sol esté siempre iluminado. ¿Por qué están aquí?".
Los niños, ahora más tranquilos, se presentaron y contaron su deseo de conocer más sobre los misterios del sendero. El espíritu sonrió.
"Entonces, ¡bienvenidos! Les mostraremos algo especial. Siganme". Y así, comenzaron a volar hacia una parte del bosque.
Sofía, Lucas y Melina estaban asombrados, pero también con un poco de miedo. "¿Volando? ¿Nosotros?", preguntó Lucas con un guiño cómplice entre los amigos.
"¡No se preocupen! Aquí el amor y la amistad son lo único que necesitan!", dijo el espíritu, guiándolos hasta un claro donde el sol brillaba con toda su fuerza. Allí, organizaciones de luces de colores danzaban, creando un espectáculo asombroso.
"¡Wow! ¡Es hermoso!", gritó Sofía, salpicando risitas en el aire.
El espíritu explicó que cada color representa una emoción humana: la alegría, la tristeza, el amor y la amistad. Les enseñó que cada emoción era importante, y que compartirlas los haría más fuertes.
"A veces, los adultos se olvidan de cómo sentir. Pueden perder a los fantasmas de la amistad porque no escuchan su corazón. ¡Pero ustedes no!".
Mientras los niños se maravillaban, una sombra pasó sobre ellos. Era un gran árbol que parecía triste. Se acercaron y preguntaron:
"¿Por qué estás tan triste?".
"Porque, aunque soy grande y fuerte, me siento solo. Todos pasan corriendo y nunca se detienen a disfrutar de mi sombra", respondió el árbol, con un suspiro.
"Nosotros podemos quedarnos un rato contigo", dijo Melina con amabilidad. Estuvieron allí, contando historias, cantando canciones y jugando hasta que el sol comenzó a ocultarse.
"Gracias, pequeños amigos. Nunca pensé que unos fantasmín (fantasmas y niños) serían tan divertidos y llenos de vida", dijo el árbol, lleno de alegría.
Con el corazón lleno de felicidad, los niños se despidieron de los espíritus luminosos y prometieron regresar un día. Aprendieron que a veces, las amistades se encuentran en los lugares menos esperados, y que siempre pueden dar luz incluso en los días más oscuros. Así, al regresar, se sintieron como verdaderos exploradores de emociones, listos para compartir su descubrimiento.
"Tendremos que contarles a todos sobre los amigos del bosque", dijo Sofía emocionada, y los tres comenzaron a inventar historias mientras el sol caía en el horizonte, iluminando su camino de regreso a casa con un brillo dorado.
Desde ese día, Sofía, Lucas y Melina no solo buscaban aventuras en el bosque, sino que también aprendieron a cuidar el sentir de sus amigos y a apreciar los momentos simples de la vida. La historia de los "fantasmas de la amistad" resonaría en su corazones por siempre.
FIN.