El camino hacia el amor


Había una vez un gato negro llamado Luna, que vivía en las calles de la ciudad. Luna era un gato solitario y triste, siempre buscando algo que lo hiciera feliz.

Un día, mientras caminaba por las calles, se encontró con una familia que estaba mudándose a su nueva casa. La familia estaba muy ocupada llevando cajas y muebles al interior de la casa cuando el pequeño Tomás vio a Luna sentado en el jardín.

Tomás se acercó a Luna y le dijo: "Hola amigo, ¿te gustaría jugar conmigo?". Luna no sabía cómo responder porque nunca había tenido amigos antes. Sin embargo, decidió aceptar la oferta de Tomás y comenzaron a jugar juntos.

Durante los siguientes días, Tomás visitaba a Luna todos los días para jugar con él. Luna estaba muy contento porque finalmente tenía un amigo verdadero. Un día, mientras jugaban en el jardín, Brisa, la perra de la familia llegó corriendo hacia ellos.

Luna tuvo miedo al principio pero luego se dio cuenta de que Brisa sólo quería jugar también. Así fue como los tres animales comenzaron a pasar tiempo juntos.

La familia notó lo felices que estaban sus mascotas juntas y decidieron adoptar formalmente a Luna como parte de su hogar. Desde ese momento en adelante, Luna ya no era un gato callejero solitario sino uno más dentro del núcleo familiar.

Brisa enseñó a Luna muchas cosas nuevas sobre su nuevo hogar y cómo ser parte activa dentro de él. Aprendió a compartir sus juguetes con Tomás y hasta dejarse abrazar por él sin sentir miedo.

Un día, Tomás se enfermó y no podía salir de la casa por un tiempo. Luna notó que su amigo estaba triste y decidió quedarse a su lado para hacerle compañía. Brisa también se unió a ellos y los tres animales pasaron juntos todo el día en la habitación de Tomás.

Luna aprendió que el amor no sólo significa tener amigos, sino también estar ahí cuando los necesitan. Desde ese día en adelante, Luna se convirtió en el mejor amigo de Tomás y Brisa.

La familia estaba muy contenta al ver lo felices que estaban sus mascotas juntas y les prometieron cuidarlos siempre. Desde entonces, Luna ya no era un gato solitario porque había encontrado algo más importante que eso: una familia amorosa y leal.

Y así fue como Luna comprendió que la verdadera felicidad viene del hogar, la familia y el amor verdadero.

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