El Campamento de las Estrellas



Érase una vez, en un rincón hermoso de la Patagonia, cinco adolescentes llamados Martín, Valentina, Lucas, Sofía y Tomás. Decidieron pasar unos días en un campamento de verano, donde la naturaleza brillaba y el aire fresco era abundante. Emocionados por la aventura, llegaron al lugar donde encontrarían una cabaña de madera rodeada de árboles y un lago azul que reflejaba el cielo.

La primera noche, después de una rica cena a la parrilla, el grupo hizo una fogata. Las llamas danzaban mientras el crepitar de la madera llenaba el aire. El cielo estaba lleno de estrellas, y la luna parecía sonreírles.

"¡Mirá cuántas estrellas hay!" - exclamó Valentina, abriendo los ojos como platos.

"¡Es un espectáculo!" - dijo Lucas, señalando una constelación.

"Vamos a contar historias de miedo, ¿quién empieza?" - propuso Sofía.

"Yo, yo!" - gritó Tomás, emocionado.

Y comenzaron a contarse historias, algunas aterradoras y otras divertidas, llenas de risas y gritos. Su amistad se fortalecía con cada relato compartido.

Al día siguiente, el grupo decidió explorar el bosque cercano. Mientras caminaban, descubrieron una cueva misteriosa. Curiosos, decidieron entrar juntos. La cueva era oscura y fresca, y de repente, Martín tropezó con una roca y cayó al suelo.

"¡Martín! ¿Estás bien?" - preguntó Sofía, preocupada.

"Sí, sí sólo me asusté un poco" - respondió él riendo. Y así continuaron explorando hasta encontrar un pequeño lago escondido en el interior de la cueva.

"¡Wow! Miren esto", dijo Lucás emocionado mientras señalaba un pez brillante nadando.

"Es increíble, parece un tesoro" - dijo Valentina, mientras todos se acercaban al borde del agua.

Pero repentinamente, ocurrió algo inesperado. Sofía, al intentar acercarse más, perdió el equilibrio y cayó dentro del lago. Todos se asustaron.

"¡Sofía!" - gritaron al unísono.

"Estoy bien, no se preocupen, solo está fría" - dijo riendo mientras salía del agua. El grupo soltó una risa de alivio.

Después del susto, decidieron que era momento de tomarse un descanso. Se sentaron en la orilla del lago y compartieron bocados de comida y anécdotas divertidas.

"¿Recuerdan cuando hicimos la competencia de obstáculos en el jardín de Valen?" - preguntó Tomás, riendo.

"¡Sí! Y tú caíste en la pileta!" - respondió Lucas, poniendo los ojos en blanco.

"No quiero hablar de eso" - se rió Valentina, mientras se pasaban unas galletas.

La tarde pasó volando y cuando anocheció, todos regresaron al campamento. Una vez allí, decidieron tocar guitarra y cantar canciones de sus bandas favoritas.

"¿Sabes tocar algo?" - le preguntó Sofía a Martín.

"Claro, tengo una canción que aprendí" - respondió él, y comenzaron a cantar.

El ambiente estaba lleno de melodías y risas. Justo cuando la luna estaba en su punto más alto, Martín propuso hacer una promesa:

"¿Qué tal si prometemos que nunca dejaremos de ser amigos, no importa dónde estemos?"

"¡Sí!" - dijeron todos al unísono, alzando sus manos en el centro, como un pacto sagrado.

La fogata seguía ardiendo mientras terminaban la noche compartiendo sueños y esperanzas para el futuro. Cada uno tenía su propio proyecto, ya sea un viaje, un deporte o un arte. Se dieron cuenta de lo importantes que eran el uno para el otro y cómo sus vidas se entrelazaban de maneras que aún no comprendían.

Al final de la experiencia, se dieron cuenta de que no solo estaban disfrutando de un campamento, sino que estaban construyendo un lazo especial que durarían para siempre, como los árboles que los rodeaban.

Y así, esas cinco estrellas en el campamento no solo compartieron esa noche mágica, sino que llevaron consigo el regalo inestimable de la amistad que dura para toda la vida.

FIN.

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