El campamento de las tres amigas



En un pequeño pueblo rodeado de naturaleza, vivían tres amigas muy especiales: Paula, Victoria y Eugenia. Un día decidieron irse de campamento juntas para explorar el bosque y disfrutar del aire fresco.

Paula, la más alegre del grupo, no podía contener su emoción. Le encantaba el rosa, las sirenas y bailar al ritmo de cualquier melodía que escuchara. Victoria, por otro lado, era más tranquila y reservada.

Le fascinaba el color lila, los gatos y perderse en las páginas de un buen libro. Eugenia era la tercera del trío, una niña creativa cuya pasión era el amarillo, los caballos y cantar con todo su corazón.

Las tres niñas se prepararon con entusiasmo para su aventura al aire libre. Empacaron sus mochilas con provisiones, sacos de dormir y mucha alegría. Se encontraron temprano en la plaza del pueblo donde los dos perros locales, Cacique y Luna, se acercaron a saludarlas moviendo sus colitas.

- ¡Qué emoción! -exclamó Paula mientras acariciaba a Cacique-. Vamos a tener una gran aventura juntas. - Sí, va a ser genial explorar el bosque y descubrir nuevos secretos -añadió Victoria con una sonrisa.

Con paso decidido, las tres amigas comenzaron su caminata hacia el campamento que habían elegido cerca del lago. El sol brillaba en lo alto y el canto de los pájaros acompañaba cada uno de sus pasos.

Al llegar al lugar donde montarían sus carpas, Eugenia propuso hacer una fogata para cocinar malvaviscos mientras cantaban canciones alrededor del fuego. Las risas llenaron el aire cuando recordaron viejas melodías que habían aprendido en la escuela.

- ¡Miren las estrellas! -exclamó Paula señalando al cielo nocturno iluminado por puntos brillantes-. Son como lucecitas mágicas. - Sí... -susurró Victoria absorta en la belleza del momento-. Es increíble pensar en cuánto hay por descubrir allá arriba.

De repente, Luna comenzó a ladrar emocionada señalando hacia un sendero cercano. Las niñas se pusieron alerta pero pronto vieron que se trataba solo de un conejito curioso que había salido a explorar también.

La noche transcurrió entre historias compartidas bajo la luz de las estrellas hasta que finalmente llegó la hora de dormir. Metidas en sus sacos calentitos dentro de la carpa compartida, las amigas se deseaban buenas noches entre bostezos cansados pero felices por todas las experiencias vividas durante ese día especial.

Al día siguiente decidieron recorrer los senderos junto a Cacique y Luna para descubrir más rincones escondidos del bosque. Se maravillaron ante cascadas cristalinas y flores silvestres que decoraban el camino como si fueran pequeños tesoros naturales esperando ser encontrados.

- ¡Qué hermoso es todo esto! -exclamó Eugenia emocionada-. Nunca me cansaría de explorar estos lugares mágicos. - Sí...

es como si cada rincón guardara una sorpresa diferente -dijo Victoria con admiración en su voz mientras acariciaba a Luna quien había encontrado unas bayas jugosas para compartir con ellas. Así continuaron su travesía durante varios días llenándose de nuevas experiencias e inolvidables momentos juntas.

Descubrieron cuevas misteriosas, construyeron cabañas temporales con ramas caídas e incluso tuvieron un encuentro cercano con un zorro curioso que observaba desde lejos antes de desaparecer entre los árboles frondosos. Llegado el último día del campamento decidieron regresar al pueblo llevando consigo recuerdos imborrables e historias por contar a todos aquellos que quisieran escucharlas.

Con paso cansino pero feliz emprendieron el camino de vuelta prometiéndose seguir haciendo este tipo de aventuras cada vez que pudieran reunirse nuevamente.

FIN.

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