El Campamento Mágico del Príncipe Matías



Era un día radiante cuando el Príncipe Matías, un niño de cuatro años lleno de curiosidad, se preparaba para su primera aventura en el bosque. Su hermano mayor, Kike, había planeado un campamento en familia y todos estaban emocionados.

"- ¡Vamos, Matías! ¡Es hora de salir!" - gritó Kike con una sonrisa amplia, mientras cargaba la mochila de camping.

"- ¡Sí! ¡Voy!" - respondió Matías, corriendo tras él.

Su papá manejaba, mientras su mamá, con una sonrisa, les contaba historias sobre que en el bosque vivían criaturas mágicas. La abuelita, con su sabiduría y amor, traía una gran cesta llena de galletas y jugos.

Al llegar al bosque, todo era asombroso: árboles enormes, hojas que parecían susurrar y el sol brillando a través de las ramas.

"- ¡Miren cuántos pájaros!" - exclamó Matías, apuntando con su dedo mientras trataba de imitar sus trinos.

"- ¡Y hay un río!" - añadió Kike, corriendo hacia la orilla.

"- ¡Cuidado! No te acerques tanto al borde!" - advirtió la mamá, mientras armaban la carpa. La abuelita se sentó en un tronco y comenzó a contarles una historia.

"- En este bosque hay un duende llamado Tilo que ayuda a los que son amables y valientes. Dicen que si lo encuentras y le haces una buena acción, te regalará un deseo" - les contó la abuelita, mientras los niños escuchaban con ojos como platos.

Decididos a encontrar al duende Tilo, Matías y Kike comenzaron a explorar el bosque. Se aventuraron entre los árboles, buscando huellas y escuchando con atención. De repente, Kike gritó:

"- ¡Mirá!" - y señaló un claro donde había un pequeño arbusto con un nido.

"- ¡Son pajaritos!" - dijo Matías emocionado.

"- Si los tocamos, podrían asustarse" - dijo Kike.

"- Debemos ayudar a cuidar su hogar" - Matías propuso, recordando la historia de su abuela. Ambos se sentaron en silencio, observando cuidadosamente para no molestarlos.

Mientras tanto, algo brilló en el arbusto. Matías lo miró de cerca y se dio cuenta que era una pequeña moneda dorada.

"- ¡Mirá, Kike! ¡Una moneda! Quizás sea un regalo del duende Tilo!" - gritó emocionado.

"- Recuerda, Matías, el duende premia a los que son amables. Deberíamos dejarla aquí, ¿no?" - sugirió Kike.

Así que decidieron dejar la moneda junto a los pajaritos. Pero mientras regresaban al campamento, se encontraron con un gran obstáculo. Un tronco caído bloqueaba el camino.

"- ¡No podremos volver a casa!" - dijo Matías con lágrimas en los ojos.

"- ¡No te preocupes! ¡Yo lo puedo mover!" - exclamó Kike, tratando de empujarlo, pero no había forma. La abuela se unió a ellos.

"- Chicos, a veces las cosas no se presentan como queremos, pero eso no quiere decir que no podemos encontrar una solución. ¿Qué tal si buscamos un camino alrededor?" - sugirió.

Con la orientación de la abuela, encontraron un camino que les llevaba alrededor del tronco. Al llegar al campamento, Matías se sintió orgulloso de haber seguido el consejo de su abuela.

"- ¡Lo logramos!" - dijo Kike.

"- Sí, y ayudamos a los pajaritos también" - añadió Matías. Su mamá los abrazó, mientras su papá encendía una fogata. La abuela sonrió y dijo:

"- Esa es la esencia del bosque y de la vida. A veces hay obstáculos, pero siempre hay maneras de superarlos. Como el duende Tilo, ser amables y valientes trae recompensas. Así que... ¿qué desean aprender hoy?" - les preguntó.

Matías, con una sonrisa iluminada, respondió:

"- ¡Quiero aprender a hacer galletas!" - mientras que Kike añadió:

"- ¡Yo quiero hacer una fogata gigante!" - todos se rieron y se dispusieron a pasar la mejor noche bajo las estrellas, buscando lo mágico en cada pequeño detalle del bosque.

Esa mágica noche, mientras los animales cantaban y la luna brillaba, Matías aprendió que los mejores momentos vienen de la mano con la familia, la amabilidad y la valentía. Y así el Príncipe Matías regresó a casa con historias que contar y recuerdos que atesorar.

FIN.

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