El campeón de la cancha



Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires, un niño llamado Mateo, apasionado por el fútbol. Desde pequeño, soñaba con ser el mejor jugador del mundo, y practicaba todos los días en la canchita del barrio.

Mateo no era el más alto ni el más fuerte, pero tenía un talento natural para el balón. Cada tarde, se le veía driblar, hacer goles y celebrar como si estuviera en un estadio lleno de hinchas.

"¡Vamos, Mateo, mete ese gol!" gritaban sus amigos. "¡Sí, voy a ganar el premio al mejor jugador del año!" respondía siempre Mateo con una sonrisa. El torneo anual del barrio se acercaba, y Mateo estaba decidido a demostrar su valía.

Sin embargo, el día antes del torneo, mientras entrenaba, se torció el tobillo. Todos pensaron que no podría jugar. "Tranquilos, amigos, de alguna forma jugaré mañana", les dijo con determinación. Por la noche, su abuelo lo encontró preocupado.

"No te preocupes, Mateo, cuando era joven aprendí un antiguo truco para sanar torceduras. Mañana estarás listo para la cancha", dijo su abuelo con una mirada sabia. Mateo siguió al pie de la letra los consejos de su abuelo.

Milagrosamente, al día siguiente, su tobillo estaba mucho mejor. Con valentía y esfuerzo, Mateo jugó el torneo como si nada hubiera pasado. Su equipo llegó a la final, y en el último minuto, con un tiro libre, Mateo anotó el gol ganador.

El estadio estalló en vítores y aplausos. Mateo se convirtió en el mejor jugador del año.

Desde ese día, todos en el barrio lo admiraban aún más, no solo por su habilidad en la cancha, sino por su determinación y espíritu de superación. Mateo comprendió que, más allá de la victoria, lo importante era nunca rendirse y trabajar duro por sus sueños.

FIN.

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